Al recibir al Centro Italiano Femenino, el Papa Francisco manifestó su deseo de que se abran ulteriores espacios de presencia y actividades de las mujeres, tanto en el ámbito eclesial como civil y de las profesiones.
Si en el mundo del trabajo y en la esfera pública es importante la aportación más incisiva del genio femenino –dijo– esta aportación sigue siendo imprescindible en el ámbito de la familia, que para nosotros los cristianos no es simplemente un lugar privado, sino esa “Iglesia doméstica”, cuya alud y prosperidad es condición para la salud y prosperidad de la Iglesia y de la misma sociedad. Por lo tanto, la presencia de la mujer en el ámbito doméstico se revela más necesaria que nunca para la transmisión a las generaciones futuras de sólidos principios morales y para la misma transmisión de la fe.
Por otro lado, sostuvo que hay que “ver siempre en el otro la imagen de Dios”.
No es fácil construir el diálogo con los demás, especialmente si nos divide el rencor. Pero el cristiano busca siempre el camino de escucha y reconciliación, con humildad y docilidad, porque eso es lo que nos ha enseñado Jesús. Esa es la síntesis del pensamiento del Papa Francisco en su homilía durante la Misa de la mañana en la Casa de Santa Marta.
“Me rompo, pero no me doblego, afirma un cierto dicho popular. Me doblego para no romperme, sugiere la sabiduría cristiana. Dos modos de entender la vida: el primero, con su dureza, fácilmente destinado a levantar muros de incomunicación entre las personas, hasta la degeneración del odio. El segundo proclive a tender puentes de comprensión, también después de un altercado o una discusión”, reflexionó el Papa.
Al centro de la lectura litúrgica, y de la reflexión del Papa, nuevamente el enfrentamiento entre el Rey Saúl y David. El segundo, en un arranque, tiene ocasión de matar al primero pero, observó el Santo Padre, escoge “otro camino: el camino de acercarse, de esclarecer la situación, de explicarse. El camino del diálogo para hacer la paz”.
“Para dialogar es necesaria la docilidad, sin gritar. Es necesario pensar que también la otra persona tiene más que yo, y David lo pensaba: ‘Él es el ungido del Señor, es más importante que yo’. La humildad, la docilidad… Para dialogar, es necesario hacer lo que hoy hemos pedido en la oración, al inicio de la Misa: darse todo a todos. Humildad, docilidad, darse todo a todos y también – pero no está escrito en la Biblia – todos sabemos que para hacer esto es necesario tragarse tantas cosas. Pero, debemos hacerlo, porque la paz se consigue así: con la humildad, la humillación, buscando siempre ver en el otro la imagen de Dios”.
“Dialogar es difícil”, reconoció el Obispo de Roma. Pero peor del tentar construir un puente con un adversario es dejar crecer en el corazón el rencor hacia él. De esta manera, afirmó, nos quedamos “aislados en este caldo amargo de nuestro resentimiento”. Un cristiano, en cambio, tiene como modelo a David, que vence el odio con “un acto de humildad”:“Humillarse, y siempre hacer el puente, siempre. Siempre. Y esto es ser cristiano. No es fácil. No es fácil. Jesús lo hizo: se humilló hasta el final, nos hizo ver el camino. Y es necesario que no pase tanto tiempo: cuando existe el problema, lo más pronto posible, en el momento en el que se pueda hacer, después que la tormenta ha pasado, acercarse al diálogo, porque el tiempo hace crecer el muro, así como hace crecer la mala hierba que impide el crecimiento del grano. Y cuando los muros crecen es muy difícil la reconciliación: ¡es muy difícil!”.
No es un problema si “alguna vez los platos vuelan” – “en familia, en las comunidades, entre los vecinos” – repitió el Papa. Lo importante es “buscar la paz lo más pronto posible”, con una palabra, un gesto. Un puente antes que un muro, como aquel que por tantos años dividió Berlín. Porque “también, en nuestro corazón – dijo el Papa Francisco – hay la posibilidad de convertirse en Berlín con el Muro con los demás”.
“Yo tengo miedo de estos muros, de estos muros que crecen cada día y favorecen los resentimientos. También el odio. Pensemos en este joven David: habría perfectamente podido vengarse, habría podido echar al rey y eligió el camino del diálogo, con la humildad, la mansedumbre, la dulzura. Hoy, podemos pedir a San Francisco de Sales, Doctor de la dulzura, que dé a todos nosotros la gracia de hacer puentes con los demás, jamás muros”.
DE LA REDACCIÓN
EL ARGENTINO/Radio Vaticana