La primera dama de EE.UU., que celebrará una fiesta el sábado, desea tener más independencia e impacto profesional
Michelle Obama llega hoy a los 50 años con «mayor calma, certeza, madurez y confianza» que cuando era joven. No es que la Casa Blanca en sí cambie a quienes la ocupan, pero el deseo de ejercer bien la responsabilidad que se adquiere obliga a un esfuerzo añadido de ejemplaridad, según declaró la primera dama a la revista «People» esta semana.
«Cuando me vaya de aquí, estaré al principio de mis 50, y tengo mucho más de lo que debería. Simplemente, no tengo el derecho de conformarme con mis talentos o bendiciones. Debo encontrar maneras de tener impacto como madre, como profesional o como mentora de otros niños», comentó.
Dejando el tono más festivo para el fin de semana –la celebración del cumpleaños será mañana por la noche con un baile sorpresa–, la esposa del presidente norteamericano alcanza esta edad redonda reflexionando sobre el papel que le queda por jugar en la vida. Primero, de cara a los tres años que aún le restan en el 1600 de Pennsylvania Avenue, y, también, para lo que vendrá después.
Hasta ahora, Michelle Obama había concentrado su papel como primera dama en promocionar la comida sana, especialmente entre la población escolar, con objeto de combatir la obesidad infantil. Así, ha invitado a numerosos niños a visitar el huerto de hortalizas que montó en los jardines de la residencia presidencial, además de hacer llamamientos para la práctica de ejercicio físico a través de la campaña «Movámonos». También se ha distinguido por velar por las necesidades de las familias de los militares.
Ahora, después de meses de reuniones con sus asesores de estrategia, comienza una ofensiva, que durará el resto de mandato, para promover la asistencia a la Universidad, especialmente entre los jóvenes de barrios desfavorecidos. Ayer participó con su esposo en una reunión con cien rectores de universidades para discutir modos de promover el acceso a estudiantes de pocos ingresos.
Las chicas crecen
Con sus hijas haciéndose mayores y ganando cierta independencia –Malia tiene 15 años y Sasha, 12–, Michelle lamenta que haya pasado el tiempo en el que podía enterarse de las llamadas telefónicas que intercambiaban con los amigos, pues lo hacían desde el teléfono fijo. Además, ya piensa que un día lejano será abuela. Lo que le atrae especialmente de ese momento es que podrá hacer y decir lo que le venga en gana sin tener que dar explicaciones, como ocurre con su propia madre, que vive con los Obama en la Casa Blanca. «Dice lo que le viene a la cabeza. Cada día hace exactamente lo que quiere, sin pedir excusas. Yo aún no estoy en ese punto, pero lo veo con ganas», declaró a «People».
Preguntada sobre la posibilidad de que un día pueda someterse a algunos retoques de cirugía plástica, no descartó la idea. «Las mujeres deberíamos ser libres para hacer todo lo necesario para sentirnos bien con nosotras mismas. En estos momentos no me imagino siguiendo ese camino, pero también he aprendido a no decir nunca jamás».
Fuente: ABC