El Papa, firme en su avance sobre la curia

papaCIUDAD DEL VATICANO.- En menos de un año de pontificado, Francisco generó expectativas de cambio entre los 1000 millones de católicos de todo el mundo. De hecho, ya modificó el tono del papado, al confesarse pecador y al declarar: «¿Quién soy yo para juzgar?», cuando le preguntaron sobre los gays, y al arrodillarse para lavar los pies de jóvenes reclusos, entre ellos, musulmanes.

Menos evidente, pero igual de significativo para el futuro de la Iglesia es el modo en que Francisco desafía la burocracia vaticana, tan plagada de intrigas y de inercia que, según muchos funcionarios eclesiásticos, contribuyó a la histórica renuncia de Benedicto XVI, en febrero del año pasado. Es probable que el reinado de Francisco no altere la milenaria doctrina de la Iglesia, pero ya le está dando nueva forma al modo de gobernarla.

Y también le está dando nueva forma al perfil de su gobernante.

Francisco está reemplazando sistemáticamente a los tradicionalistas por moderados, mientras la Iglesia se prepara para debatir el rol de los obispos de lugares remotos en la toma de decisiones del Vaticano y para discutir una cuestión más amplia, la familia, que podría rozar cuestiones delicadas, como la homosexualidad y el divorcio.

En Nochebuena, en la basílica de San Pedro, Francisco hizo alusión a los cambios de fondo que ya ha puesto en marcha. «¿Qué pasó este año?», se preguntó. «¿Qué está pasando ahora y qué pasará?» Para algunos de los purpurados que escuchaban sentados en filas de sillones dorados, la respuesta era cada vez más clara. El cardenal Raymond L. Burke, uno de los estadounidenses de más alto rango en el Vaticano, vio disminuida su influencia. Otro conservador, el cardenal Mauro Piacenza, fue degradado a un cargo menor. Y entre los obispos, fue marginado el arzobispo Guido Pozzo.

En realidad, Francisco, de 77 años, simplemente está instalando su propio grupo de gente y les está dando las herramientas para llevar a cabo su misión declarada de crear una Iglesia más inclusiva y relevante, que sea más sensible a las necesidades de los pobres y de las parroquias de cada lugar. Pero también está desarmando los bloques antagónicos de italianos con enquistada influencia en la curia romana, el aparato burocrático que administra a la Iglesia. También se está ocupando de aumentar la transparencia de las turbias finanzas de la banca vaticana y desarmar el sistema de escalafón por el que trepan durante toda su vida muchos prelados de carrera.

El domingo, Francisco dejó su primera marca en el exclusivo Colegio Cardenalicio que elegirá a su sucesor, con la creación de cardenales provenientes, en muchos casos, de países en desarrollo y del hemisferio sur. El Papa instó específicamente a los nuevos cardenales a no considerar su nuevo cargo como un ascenso y a no desperdiciar dinero en celebraciones por el nombramiento.

Las fuentes entrevistadas -cardenales, obispos, sacerdotes, funcionarios vaticanos, políticos italianos, diplomáticos y analistas- señalan que en el interior del Vaticano los ánimos van de la adulación a la incertidumbre y hasta la angustia extrema, incluso paranoide. Muchos dicen temer que Francisco vaya de oficina en oficina, buscando cabezas que hacer rodar. Otros hablan por lo bajo de seis misteriosos espías jesuitas que actuarían como los ojos y oídos del Papa en el interior del Vaticano. En su mayoría, los funcionarios poderosos de otros tiempos hoy se sienten marginados.

«Es una situación incómoda», dijo un alto funcionario vaticano que, como muchos otros, insistió en su anonimato por temor a represalias de Francisco. «Muchos se preguntan para qué hacen lo que hacen.» Dijo que muchos funcionarios dejaron de asistir a las reuniones. «Es muy frustrante. Son como adolescentes que se calzan los auriculares y cierran la puerta de su cuarto.»

Francisco sigue siendo difícil de definir: un conservador doctrinario que con un estilo humilde y gestos simbólicos entusiasmó a muchos liberales. En Navidad, los indigentes llenaron una antigua iglesia de Roma para un almuerzo de celebración auspiciado por una organización de laicos católicos.

El fundador del grupo, Andrea Riccardi, que cuando ocupó el cargo de ministro de gobierno italiano fungía de contacto con la Iglesia, expresó sus esperanzas de cambio, pero también la preocupación de que los funcionarios vaticanos hicieran caso omiso de la agenda de gobierno del Papa. «La gente habla de eso en los corredores de la Iglesia», dijo Riccardi. «La verdadera resistencia es de los que quieren que las cosas se sigan manejando igual.»

Cuatro días antes, Francisco se reunió con la curia en la Sala Clementina, un salón de audiencias del Palacio Apostólico, para pronunciar uno de los más importantes discursos pontificios del año. Benedicto, por ejemplo, hizo uso de su último discurso navideño para condenar el matrimonio del mismo sexo. Francisco usó el primero para fustigar a sus propios colegas de la curia.

Les advirtió a obispos, cardenales y sotanas negras que lo rodeaban que la curia corría el riesgo de «hundirse en la mediocridad» y de convertirse en una «aduana pesada y burocrática». También llamó a los prelados a ser «objetores de conciencia» frente a chismes y murmuraciones. Se trató de una incisiva crítica a la atmósfera envenenada que perturbó el papado de Benedicto y de la cual se solía culpar al ex secretario de Estado cardenal Tarcisio Bertone.

«[Él] no es un ingenuo que acaba de salir al mundo -dijo Elisabetta Piqué, autora de Francisco, Vida y Revolución, periodista que conoce al Papa desde hace más de dos décadas-. Ya había tenido casi una guerra con esa sección de la curia romana.»

Ahora Francisco se refiere despectivamente a los «obispos de aeropuerto», más interesados en sus carreras que en sus rebaños, y advierte que los sacerdotes pueden convertirse en «pequeños monstruos», a menos que sean adecuadamente formados en los seminarios.

También está desmantelando el círculo de poder de Tarcisio Bertone, que lideraba a un anillo de conservadores con centro en Génova, Italia. En septiembre, Francisco degradó a Piacenza, un aliado de Bertone, de su cargo al frente de la poderosa Congregación para el Clero.

Para muchos, fue una señal de que el nuevo papa es muy capaz de actuar con cierto grado de impiedad. Francisco también removió de su cargo a un alto funcionario del gobierno de la Ciudad del Vaticano, aunque le proporcionó una salida elegante. Otros corrieron peor suerte. El año pasado, en una entrevista con el diario La Stampa, el papa Francisco dejó una idea clara de su pensamiento: «La prudencia es una virtud de gobierno. La audacia, también.»

OBAMA PREPARA UNA VISITA A FRANCISCO

El presidente norteamericano, Barack Obama, planea visitar a Francisco en el Vaticano, indicó ayer el secretario de Estado, John Kerry, luego de reunirse con Pietro Parolin, el «número dos» en la Santa Sede. «El Sumo Pontífice está esperando la visita de Obama y el presidente también está a la expectativa de llegar aquí a encontrarse con él», dijo Kerry, que no precisó la fecha.
El vocero de la Casa Blanca, Jay Carney, confirmó que «en un futuro próximo» habrá un encuentro entre ambos. Obama ha hablado con mucha admiración del Papa.
Por su parte, el alcalde de Nueva York, Bill De Blasio, y el cardenal Timothy Dolan se reunieron para solicitarle al Papa una visita a la ciudad. El encuentro «representaría una tremenda bendición» para la gente de Nueva York, señaló De Blasio, que manifestó su «ferviente deseo» de recibir a Francisco.

Fuente: La Nación