Argentina anunció ayer que llegó a un acuerdo preliminar para compensar a la petrolera española Repsol por la nacionalización del 51% que poseía en YPF, lo que puede poner fin a más de año y medio de conflicto que tensó la relación entre los gobiernos de Buenos Aires y Madrid. A esto se le suma el acuerdo con un grupo de empresas litigantes ante el CIADI, las reformas en marcha en el INDEC, la renuncia de Guillermo Moreno, la negociación con los holdouts por el pago de la deuda pública, el acercamiento al FMI y la absoluta desaparición de la retórica anticapitalista por parte de CFK.
En suma, después de diez años de satanizar al primer mundo, el kirchnerismo ha resuelto hacerse amigo del mismo. No hay en esto ninguna convicción sino una extrema necesidad de hacer frente a la adversidad económica y la pérdida de votos con el reloj del 2015 que le corre en contra.
Este fenomenal giro externo, impensable apenas seis meses atrás, no va en cambio acompañado de reformas similares en el frente interno. El gobierno avanza sobre la desarticulación de Clarín a través de la aplicación del fallo de la Corte Suprema y hace planes para aumentar su hegemonía mediática. Uno de sus grandes operadores financieros, David Martínez, acaba de comprar TELECOM de Argentina y se asignó un fenomenal aumento del gasto público para afianzar el clientelismo en el 2014. En la distribución del poder, La Cámpora y el ciículo de Carlos Zannini concentran la suma del poder público. El PJ no tiene vida democrática y ni siquiera vida, porque permanece hibernado. Las elecciones en el PJ bonaerense se realizarán con una sola lista, a libro cerrado y sólo para evitar la caducidad del partido. La política de desinformación seguida en torno a la enfermedad presidencial fue digna de Cuba o Corea del Norte. El copamiento de los tribunales federales por jueces adictos al gobierno prosigue sin prisa y sin pausa. En fin, un modelo cerrado que sólo evoluciona hacia nuevas formas anti-republicanas.
Dualidad
Así las cosas, CFK se va orientando cada vez más hacia el modelo chino. O sea, apertura al mundo pero puño de hierro de las fronteras para adentro. ¿Cambiará esto Jorge Capitanich sentándose a dialogar con los partidos políticos? Es dudoso, porque en el modelo argentino-chino hay un solo partido político y los demás son de adorno. ¿Conoceremos los argentinos cómo se invierte el presupuesto de las estructuras de inteligencia del Estado y qué rol cumple el General César Milani haciendo inteligencia clandestina? Después de once años, siguen renovándose anualmente las leyes de emergencia económica que le dan superpoderes al gobierno. La era Capitanich parece una brisa muy superficial y el tiempo dirá si se trata de algo más que un entretenimiento. Pero cambios importantes sí los hay. Como Den Xiao Ping en los ‘60, Cristina comprendió al fin que no puede seguir aislada del mundo. Pero eso sí, para adentro nada de pluralismo, transparencia ni controles republicanos.
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