La Presidenta ensayó una vez más esa mezcla de real politik y banderas del relato en el cambio de Gabinete más profundo de sus dos mandatos. Capitanich como jefe de Gabinete es una mala noticia para Scioli y asoma como candidato para el 2015. Fábrega en el Central tranquiliza al mercado. Kicillof y la continuidad de Moreno, el contrapeso.
Cristina Kirchner no defraudó. Fiel a si misma la Presidenta reaccionó ante la urgencia de la hora ensayando uno de esos endemoniados equilibrios que suele utilizar a la hora de armar su gabinete, aunque se notó la presión de la crisis del dólar y las reservas en las decisiones.
La irrupción de Jorge Capitanich en la jefatura de Gabinete es una muy mala noticia para Daniel Scioli, que deja traslucir que la Casa Rosada nunca lo elegirá como su heredero. El chaqueño luego de las elecciones de octubre, en las que ganó por más del 60 por ciento, lanzó un putsch para sacar a Scioli de la presidencia del PJ nacional y logró reunir en torno suyo a un puñado de gobernadores.
Convocó a un encuentro en san Juan con la excusa de visitar al convaleciente José Luis Gioja en el que trató de sacar un documento contra Scioli y esta decisión lo sorprendió intentando realizar una nueva cumbre de gobernadores peronistas en Jujuy, para ir por el partido. “Tenemos que conducir el PJ los gobernadores que ganamos”, dijo y anunció que en el 2015 peleará la candidatura presidencial.
En el camino quedó el entrerriano Sergio Urribarri, que como reveló LPO, enfrentó un inesperado impedimento en la Constitución de su provincia para pedir licencia como gobernador.
La irrupción de Capitanich es también un guiño a los gobernadores peronistas, como lo es la asunción de Carlos Casamiquela en Agricultura, un dirigente rionegrino de ese peronismo de centro que prevalece en el interior, que tiene una buena relación con el hoy díscolo jefe de bloque Miguel Angel Pichetto.
De hecho, Zannini ya empezó a filtrar posibles fórmulas para el 2015, remixando la propuesta inicialemente pensada para Urribarri. En el despacho del secretario Legal y Técnico se hablaba esta noche de la fórmula Jorge Capitanich-Fernando Espinoza para la Presidencia y Diego Bossio-Juan José Mussi para la provincia. Respuesta lógica al desplante de Martín Insaurralde que primero se fue con Daniel Scioli y este fin de semana se fotografió con Sergio Massa. Lo notable es que Mussi y Espinoza vienen de maltratar mal a los líderes de La Cámpora, con lo que cada vez queda más claro, fue un visto bueno de Zannini, como reveló LPO.
La economía
Sin embargo, no fue la política la que motivó la urgencia de este cambio, sino la crisis de la inflación, el dólar y las reservas. Es en este terreno delicado donde la decisión de Cristina abra interrogantes.
Sin dudas el nuevo esquema tiene una solvencia muy superior al anterior. Carlos Fábrega es acaso la pieza clave. Banquero de toda la vida, arriba un pragmático al sitio más caliente de la administración, donde se concentran todos los problemas y las posibles soluciones.
Fábrega no arrastra los cliches “heterodoxos” de Marco del Pont y suma experiencia y pragmatismo donde hubo slogan y fracaso político. Habrá que ver si logra contener la escalofriante expansión monetaria, moderar la inflación y buscarle una vuelta a la caída de reservas.
El tema que queda afuera es el dólar. Y es en este punto Fábrega se encontrará con esos enedemoniados equilibrios de Cristina. Deberá ponerse de acuerdo con Axel Kicillof y con Guillermo Moreno –cuya continuidad esta noche cayo muy mal en el mercado-, para encontrarle una salida al principal desafío del gobierno: Desarmar el cepo.
Y en otro ejemplo de su estilo de conducción, Cristina le sacó a su flamante ministro de Economía el manejo de la deuda. Hernán Lorenzino y Amado Boudou conservarán a través de la flamante Unidad de Reestructuración de la deuda, el manejo de las negociaciones que vienen manteniendo con el fondo Gramercy para llegar a un acuerdo con los holdouts que evite a la Argentina un nuevo default.
Hay aquí cierta racionalidad: Kicillof tiene una visión muy refractaria hacia los mercados financieros internacionales y mal o bien, Lorenzino mostró en las última semanas algunos resultados en ese frente.
Los cambios permiten además encontrar otro hilo conduclor: La mano de Carlos Zannini que logró sacarse de encima a varios adversarios: El ala «racional» que encabezaban Amado Boudou y Juan Manuel Medina perdieron casi todo.
Es posible que hubiera sido más coherente echar a Moreno y Kicillof y poner al frente de Economía a Diego Bossio, que entre Fábrega y Capitanich podría haber formando una troika potente. Pero Cristina le escapa como al demonio a la etiqueta fácil de haber instrumentado un giro “a la derecha”.
Y no está mal. Es una política que cultiva con convicción un perfil determinado. Tiene ese derecho. Pero cuidado. Lo que se verá en las próximas semanas es si esta nueva alquimia que intentó entre las “convicciones” y las urgencias, es viable o provoca una nueva suma cero que termine agravando los problemas.
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