Ambos países son, hoy, los únicos latinoamericanos con problemas serios de inflación y pérdida de reservas monetarias, por más que disfrutan, como la mayoría de los vecinos, de la extraordinaria cotización mundial de las commodities.
Es inevitable. Tendemos a ver en Venezuela un espejo de la Argentina. Ambos países son, hoy, los únicos latinoamericanos con problemas serios de inflación y pérdida de reservas monetarias, por más que disfrutan, como la mayoría de los vecinos, de la extraordinaria cotización mundial de las commodities , como los granos o el petróleo. En ambos se vive un clima político aguerrido. En ambos hubo presidentes fuertes que gestaron fanáticos seguidores y sulfurados opositores, y que murieron. Ambos dejaron herederos.
La comparación puede ser engañosa. Por ejemplo: las similitudes y las diferencias ¿son de grado o de sustancia? Cuanto menos, son de grado.
Se podría decir, apenas para ilustrar la cosa, que Venezuela está 11 veces más complicada que Argentina. La “lechuga” –como llaman al dólar paralelo cuya cotización el presidente Nicolás Maduro ha prohibido difundir– cotizaba ayer a 59,14 bolívares, contra 6,3 bolívares del dólar oficial. La brecha es 738 por ciento, más de 11 veces la brecha de 65 por ciento que hay en Argentina entre el oficial y el paralelo.
Las declaraciones de Maduro parecen delirantes en comparación con el encendido discurso de Cristina Fernández. Y los desquicios de la política económica chavista parecen decenas de veces mayores a los de la economía K. Es como si todo allí se hubiera manejado como el secretario de Comercio, Guillermo Moreno, manejó la política ganadera.
Tal vez esa diferencia se deba a que, allí, el dueño de los dólares es casi uno solo: Petróleos de Venezuela (Pdvsa), que es estatal. En cambio, en Argentina hay 14.300 empresas inscriptas como exportadoras de bienes diversos, de las cuales un centenar exporta por más de 100 millones de dólares anuales. Y esas firmas son el eslabón final de una cadena que también decide. Un ejemplo son los cerca de 300 mil establecimientos agropecuarios del país, que a veces tienen margen para sentarse sobre la soja a esperar un mejor momento.
Tanto Hugo Chávez como Néstor Kirchner subieron tras una crisis que licuó déficits fiscales y limó expectativas sociales, justo cuando explotaban las commodities . Eso los surtió de fondos para consolidar su poder, redistribuir ingresos y encarar acciones diversas. Entraban dólares, los bancos centrales los compraban y al hacerlo emitían pesos y bolívares. Crecía el consumo. Crecía la recaudación. Había inflación, pero era menor y relativamente “buena”. La base monetaria no perdía respaldo.
Pdvsa y el campo
Pero, mientras los Kirchner chocaron con la crisis del campo cuando los dólares comenzaron a resultarles escasos, Chávez no tuvo límite. Su Banco Central le “compró” a Pdvsa todos los dólares baratos que quiso, degradando de paso la capacidad de inversión de la petrolera. Hoy, Venezuela produce siete por ciento menos crudo que hace 15 años. Y tiene que importar nafta. El dólar barato llevó a que en Venezuela no se pueda ya producir casi nada.
En el camino se fue culpando a las empresas, pero agravando el problema. Hasta destruir al sector privado, víctima además de expropiaciones hoy improductivas. Un ejemplo: en 2008 Chávez expropió el complejo siderúrgico Sidor-Tabsa al grupo argentino Techint con el argumento de que no producía para el mercado interno y para congraciarse con los gremios. Hoy, la estatal Sidor produce menos que antes y, encima, Pdvsa tiene que importar (paradójicamente, de una planta mejicana de Techint) los tubos que antes le proveía Tabsa.
Hoy, tanto a Cristina Fernández como a Nicolás Maduro les faltan dólares y pesos para alimentar los matetes de gasto público y subsidios que armaron. Los bancos centrales ya no emiten para comprar dólares, sino para financiar al fisco. Pero en Venezuela todo es más desmesurado.
Hasta octubre, en Venezuela la base monetaria creció 49 por ciento (siete por ciento en Argentina); las reservas cayeron 27 por ciento (24 por ciento en Argentina, a noviembre), y la inflación acumulada fue de 45,8 por ciento (aquí ponga usted el dato que más le guste).
Los dos países han corrido en direcciones parecidas. Pero uno ha llegado mucho más lejos.
lavoz.com.ar