¡ Argentinos, a las cosas, a las cosas !.

En 1939, en la ciudad de La Plata, el prestigioso ensayista  y filósofo español Jose Ortega y Gasset decía  «! Argentinos, a las cosas, a las cosas ¡». Su elocuente frase era completada cuando señalaba  con idéntica eficacia «déjense de cuestiones previas  personales, de suspicacias, de narcicismos. No presumen  ustedes el brinco magnífico que daría este país  el día que sus hombres se resuelvan de una vez, bravamente,  a abrirse el pecho a las cosas, a ocuparse y preocuparse  de ellas, directamente y sin más…..». La  cita vuelve de tanto en tanto a la memoria de muchos, tal  vez porque en estos años nada ha cambiado demasiado.  El país ha pasado por diferentes situaciones, crisis  propias y ajenas, tropiezos con meritos sobrados y circunstancias  globales que han dejado su huella. Lo que indiscutiblemente  no se ha modificado es la actitud, la de siempre, la de  mirar hacia afuera, buscar culpables y no hacerse cargo  de nada. En este 2013 aquella afirmación  queda ratificada. El año se ha consumido transcurriendo  sin pena ni gloria. El tiempo electoral vino a marcar el  ritmo de los acontecimientos. Las decisiones políticas  estuvieron encuadradas en las reglas tradicionales del proselitismo  partidario. Los problemas fueron nuevamente  postergados. Las soluciones mucho más aún. Lo  único importante era hacer, y decir, lo que permitiera  posicionarse de cara al proceso electoral. Desde  el gobierno, frente a un problema identificado por la sociedad,  la tarea era ignorarlo, desconocer su existencia o, al menos,  intentar minimizar y relativizar sus eventuales impactos. Del lado de la oposición, había que mostrar  las dificultades, describirlas y amplificarlas. El objetivo  era deteriorar el caudal de votos del partido gobernante  para, de ese modo, aspirar a reemplazarlo en el futuro. El año está prácticamente consumido,  de hecho se sigue discutiendo sobre la coyuntura, lo anecdótico,  lo superficial. El país tiene un abundante menú  de asuntos sin resolver. Por un lado están aquellos  que ya han sido visibilizados por la sociedad que aparecen  en casi cualquier encuesta seria, como el caso de la inflación  y la inseguridad. El aumento generalizado de  precios es sostenido e inocultable y sus efectos se hacen  cada vez más evidentes. Los casos de inseguridad son  muy frecuentes, limitando la actividad individual y amenazar  los derechos más elementales como la vida, la libertad  y la propiedad privada. La corrupción también  es parte de esta nómina de malestares, no solo por  su habitualidad, la que se asume con excesiva naturalidad,  sino por su magnitud ascendente y por la burda impunidad  de sus principales actores. Se convive, además,  con otras preocupaciones de las que se habla bastante poco,  pero que forman parte de la agenda de cuestiones estructurales.  Un estado costoso, dilapidador, ineficiente se agiganta  sin brindar soluciones, requiriendo más impuestos,  emisión monetaria y endeudamiento para financiar sus  aventuras, a los empleados del sistema y los caprichos de  muchos gobernantes que bajo su perversa ideología han  hecho de este hábito una forma de vida que les permite  alimentar a sus huestes. El catálogo continúa  con el indisimulable desorden de las cuentas públicas  y una insoportable presión tributaria que saquea a  los que se esfuerzan quitándoles una porción significativa  del fruto de su trabajo, justamente a esos que se esmeran  por producir y generar riqueza, a lo que se agregan una  deuda inmoral que se incremente sin sentido y un esquema  de subsidios pérfido que solo estimula a los haraganes  e ineficaces. . La lista es interminable. El país  no avanza y solo acumula sus problemas. De tanto en tanto,  esconde algo por un tiempo, para que años después  surja con más fuerza por la inacción o las políticas  equivocadas de décadas. En ese contexto,  todo sucede entre un turno electoral y el siguiente. Ya  se habla de la carrera presidencial, de las mayorías  parlamentarias, de la fuga de dirigentes en el partido gobernante,  de recambios en el gabinete y cuanta especulación política  pueda plantearse para el análisis. De lo  que NO se habla, es de cómo y cuando se enfrentarán  los problemas reales. El debate político solo muestra  de un lado a un sector que prefiere disimular las penurias  para hacer de cuenta que no están, minimizarlas y si  fuera posible postergarlas hasta el infinito, como si eso  sirviera para algo. Del otro lado del mostrador,  una oposición voraz, obsesionada con la idea de llegar  al poder, se ocupa de exhibir los problemas, hacerlos visibles,  como si no hubieran participado de su gestación y vigencia,  como si la historia, su accionar y posturas no los hiciera  cómplices directos. Con la política  dedicada a denunciar responsables y jugando al poder para  ver quién toma la posta, las soluciones no asomarán  y los problemas seguirán siendo parte del paisaje cotidiano  para incrementarse progresivamente por la pasividad e inoperancia  de los protagonistas. Ortega y Gasset lo dijo  hace varias décadas. Llevará mucho tiempo más  comprenderlo. Así y todo, tal vez valga la pena recordarlo  y repetirlo. Argentinos a las cosas, a las cosas !!!!!!!!.

FUENTE: INFOBAE

http://opinion.infobae.com/alberto-medina-mendez/2013/11/10/argentinos-a-las-cosas-a-las-cosas/