Fin de la fiesta

ELECCIONES
Las elecciones del domingo no sólo significarán el fin del sueño de Cristina de querer perpetuarse en el poder, debido a que masivamente la población votará en contra de su gobierno. También concluirá la fiesta en la que están embarcados todos los funcionarios embriagados de negocios oscuros, que realizan en beneficio propio, a costa de los intereses de la enorme mayoría de los argentinos.

Igual que lo sucedido en la era menemista, es muy probable que los costos del jolgorio estatal lo terminemos pagando todos los ciudadanos que simplemente fuimos espectadores pasivos de esta escandalosa corrupción estructural. Y de un accionar decidido por parte del gobierno nacional de intentar corromper casi todas la instituciones, incluidos la Justicia, partidos políticos y responsables de municipios que se inclinaron de la forma más infames ante la chequera K.

Luego de los 10 años de gobierno de Néstor y Cristina, nos encontramos con un país que tiene una inflación de entre el 25 y 30 por ciento, situación que es alimentada por un verdadero festival de emisión que ha convertido a la moneda nacional, ante la destrucción del aparato productivo, en un mero cartón pintado.

El deterioro es tal que, con $100 pesos, que es nuestro billete de mayor denominación apenas alcanza para comprar 3 kilos de yerba o 4 kilos de pan. Y lo que resulta aún mas grave es que el incremento del costo de vida (hablamos de los precios de los alimentos básicos), luego de las elecciones del domingo, seguramente se profundizará porque ni siquiera hay indicios de que el gobierno tenga en mente alguna medida correctiva.

En el seno de la administración del Estado que encabeza Cristina no exis­te la voluntad alguna de querer convocar a los expertos en las más diversas áreas que pueda aportar algún tipo de solución superadora. Es mentira que no hay otro camino posible. Existen muchas alternativas que se podrían instrumentar, aún en la situación de crisis que vivimos, y ello no se hace por una cuestión de conveniencia política del gobierno.

El cepo cambiario que existe desde hace casi 2 años en nuestro país, es producto de que el sector público se está desangrando al tener que pagar 14 mil millones de dólares por año para importar hidrocarburos. Y esto sucede en un país como la Argentina, cuyo territorio tiene los recursos naturales necesarios para volver a tener el autoabastecimiento energético, en caso de existir planes estratégicos.

Al déficit energético, se le suma el enorme elefante blanco que se creó cuando el Estado se transformó en el único generador de empleo, siendo el conchavo donde se terminan nombrando a miles y miles de personas para maquillar la desocupación real. Eso no es todo: desde el propio Estado se desplegó una enorme red clientelar, que condena a otros cientos de miles de compatriotas a tener que subsistir en la pobreza o en la indigencia sólo con la dádiva asistencial que distribuye discrecionalmente el propio gobierno. Para alimentar a este elefante, se viene instrumentando una presión fiscal cada vez más asfixiante, que llega a niveles confiscatorios, sobre las pymes y los sectores que a duras penas aún producen.

El Estado pasó a ser una suerte de socio bobo, que se queda con casi el 50% de los ingresos, y no brinda nada a cambio. Sólo basta ver lo que ocurre con los trenes, convertidos en verdaderas trampas mortales por la falta de inversión pública, o los hospitales que se caen a pedazos ante la escasez de insumos. Ello también se traslada a la salud privada ya que las obras sociales también están con la soga al cuello ante la dificultad que significa tener que afrontar costos dolarizados con una moneda nacional que ya ni siquiera tiene valor de referencia.

La cadena que le permitió al gobierno ir pedaleando la situación ya no da más y está a punto de cortarse. Las cajas que permitieron financiar este sistema, como la Anses, el PAMI y las reservas del Banco Central, fueron saqueadas en función de las necesidades políticas y de los negocios oscuros del gobierno, como el pago de la fraudulenta deuda externa.

El fin de la fiesta significa que ante la carencia de recursos, el gobierno no tendrá mas alternativa que empezar a eliminar subsidios, lo que llevará a que las tarifas se incrementen exponencialmente, lo que alimentará a su vez la ola inflacionaria, con una marcada y terrible recesión. Algo similar podría ocurrir con las naftas, teniendo en cuenta que YPF prácticamente ha sacrificado, con esta gestión, cualquier posibilidad de volver a ser la empresa petrolera de referencia en todo el continente. No por casualidad su producción hidrocarburífera se viene derrumbando, y le puso bandera de remate a la soberanía al entregarle en bandeja uno de los yacimientos de gas y petróleo no convencional más importante del planeta –Vaca Muerta- a una multinacional de oscuros antecedentes .

Luego de la derrota que sufrirá el gobierno el domingo, comenzará una etapa cargada de dificultades. Y se la va a tener que afrontar sin tener el viento de cola que tuvo el kirchnerismo durante casi una década, con un mundo que demandó masivamente los alimentos que proliferan en nuestro territorio. Lejos de aprovechar una oportunidad histórica, la Argentina está sumida en niveles de atraso y subdesarrollo casi iguales a los que existían cuando los K se instalaron, por primera vez, en la Casa Rosada.
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