Inmigración: Un trabajo explica por qué, pese a mantenerse constante, se percibe un crecimiento «descontrolado»

El trabajo, de Ernesto Kritz y difundido por Evidencias demuestra según el censo de 2001 la población extranjera en nuestro país es del 4,2%, de los cuales sólo el 1,4% provienen de países limítrofes. La percepción de que esta inmigración es mayor, se debe a que la misma supera el crecimiento de la población nativa, además de que la mayor parte viene a la Ciudad de Buenos Aires, lo que aumenta aún más su visibilidad.

La Argentina es un país con una larga tradición migratoria. En la época del primer centenario, los nacidos fuera del país constituían cerca de un tercio de la población y poco menos de la mitad de la fuerza de trabajo. En apenas dos generaciones, la Argentina pudo construir la mayor clase media de América Latina, una mayoría de ella, descendientes de esos inmigrantes.

Desde entonces las cosas cambiaron. Entre los censos de 1914 y 1947, la proporción de extranjeros en la población cayó a menos de la mitad. La tendencia declinante siguió hasta llegar a 4,2% en el censo de 2001, de los cuales sólo 1,4% provinieron de países no limítrofes.

Esto indica que, al tiempo que disminuyó la importancia de los flujos migratorios, se produjo un cambio en su composición. Los inmigrantes de los países limítrofes (sobre todo de Paraguay, Bolivia y más recientemente Perú) acrecentaron su peso relativo en el total de extranjeros desde poco más de 10% en el censo de 1947, a 66% en el de 2001. Es probable que esta proporción sea mayor ahora.

Su alcance en la población total se mantuvo prácticamente constante, por debajo de 3%, desde el primer censo nacional de 1869. Esta situación persiste hasta la actualidad.

La percepción de buena parte de la opinión pública es que las migraciones de los países limítrofes son mucho mayores. Posiblemente esto tiene que ver con que, con la excepción de los años ochenta, en las últimas décadas del siglo XX (y probablemente en la primera del siglo XXI) la inmigración de estos países superó con creces el crecimiento de la población nativa. Sólo en la década 1991-2001 el incremento fue de 23%, con una contribución al crecimiento de la población total de 5,2%, la más alta desde que hay registros censales.

Se combinan así dos elementos para la percepción de que los flujos migratorios de los países limítrofes son grandes. El primero es que, en efecto, el número de residentes nacidos en estos países ha aumentado de manera significativa en las décadas recientes, sobre todo en las dos últimas. Estimativamente, el incremento desde 1990 puede ser de más de 50%. El segundo elemento es que en el principal centro urbano, y por consiguiente de mayor visibilidad del país, el Área Metropolitana de Buenos Aires, el crecimiento puede ser bastante mayor aún.

En otros términos, aunque el peso de los inmigrantes de los países limítrofes y Perú en la población total continúa siendo muy limitado (apenas un séptimo del que tuvo la inmigración ultramarina un siglo atrás), muestran una dinámica muy considerable, en especial en la Ciudad de Buenos Aires y los partidos del Conurbano bonaerense.

Además de las razones económicas, hay un factor institucional: se trata de la gran facilidad para radicarse –y eventualmente regularizar el status migratorio- y trabajar en la Argentina. Entre 2004 y 2009 se otorgaron cerca de 750.000 radicaciones, de las cuales más del 80% corresponden a inmigrantes bolivianos, paraguayos y peruanos. La radicación, conviene recordarlo, no sólo habilita para trabajar sino para acceder a los servicios públicos de salud y educación y también a postular a planes sociales.

La inmigración de los países limítrofes y Perú es, con pocas excepciones, de carácter económico. El motivo principal, obviamente, es obtener un ingreso y unas condiciones de vida mejores que en el país de origen. Reflejo de esa motivación, los inmigrantes tienen una mayor propensión a participar en el mercado de trabajo. Su tasa de actividad es 2,5 puntos más alta que la media de de la población y 4,3 puntos más elevada que la de los migrantes internos del NOA y del NEA, regiones tradicionalmente expulsoras de población.

Consecuente con su esfuerzo de participación en el mercado, la tasa de empleo de los inmigrantes limítrofes y Perú, es unos 2 puntos más alta que el promedio, y – notable diferencia- 4 puntos más que la de los migrantes internos del NOA y NEA.
El otro tema principal es en que medida restan oportunidades de empleo a la población local. En el caso argentino, los inmigrantes de países limítrofes y Perú ocupan el 5% del total de los empleos existentes, con un máximo de 8,5% en el sector informal, lo que refleja su capacidad acotada de inserción en el segmento con mayor demanda de calificaciones.

En el ciclo 2003-2009, de gran recuperación del mercado de trabajo, los inmigrantes de países limítrofes y Perú ocuparon menos de 7% del crecimiento del empleo, cuatro quintas partes en el sector informal. En el sector formal, la proporción de ocupación de nuevos empleos fue inferior al 3%.

Pero lo que quizás más importe, es en que medida los inmigrantes compiten por los empleos con los hogares locales más pobres. En el 20% de menores ingresos, los inmigrantes detentan el 8% de los puestos, llegando al 9,5% de los empleos informales de este quintil. En el período 2003-2009, absorbieron el 7,8% de los puestos ganados en el quintil. No parece, por lo tanto que sean una competencia muy grande para los hogares locales pobres.
Fuente: lapoliticaonline