Newell’s venció a Racing por un Maxi Rodríguez magnífico

Maxi RodríguezEn Avellaneda, la visita se impuso por 1-0 con un golazo de su capitán que gambeteó a cuatro rivales en el área y definió ante Saja. Los de Berti se cortaron en la punta, mientras que el local está último y suma 8 sin ganar.

En el fútbol argentino casi todo dura un par de suspiros. Los entusiasmos, las quejas y las celebraciones que oscilan al ritmo de goles ajenos o propios, los estados de ánimo, los héroes y los villanos. Sí, es un caso de diván también este torneo Inicial. Sirve de renovado testimonio al respecto la cita de anoche en el Cilindro de Avellaneda. No es mentira: el último -Racing- jugó mejor que el primero -Newell’s- y se volvió a retirar entre silbidos, insultos y rechazos. En el campo de juego, cualquier desprevenido hubiera quedado expuesto a la confusión: el líder jugaba más cerca de su arquero y casi no llegaba al arco rival; el último -a pesar de presiones del contorno- se mostraba superior, intenso, incluso más allá de sus dificultades y tropiezos.

Ganó Newell’s, campeón del Final, equipo serio, consolidado, lógico. Pero se impuso por cuestiones que tuvieron que ver con el azar -el travesaño y el palo impidieron que De Paul festejara ese gol que merecía- y con un factor determinante: las capacidades individuales. Maximiliano Rodríguez es un futbolista de las Ligas de elite que participa en la Argentina. Se fue del Liverpool y eligió a Newell’s por cuestiones del corazón. Y así juega. Así se ofrece. Su gol no pudo haber nacido desde otro lugar, más allá de sus condiciones técnicas. Quedaban apenas cuatro minutos -nada para un partido en apariencia condenado al reparto de ceros- y Maxi encaró, gambeteó, amagó, dejó el tendal de rivales sin respuestas y definió de zurda. Golazo. Para aplaudir hasta romperse las manos y para celebrar por todas las fechas que quedan. Un homenaje a las maniobras individuales.

Antes de ese grito, Newell’s no fue el Newell’s que suele encantar. Le faltó juego asociado, no tuvo profundidad y no progresó por los costados como acostumbra hacer. Fue un Newell’s que jugó a no perder. Que sumó frecuentemente a Diego Mateo entre los centrales, pero que no supo salir por los laterales. Sirve un detalle: hasta la jugada mágica de Rodríguez, apenas había arribado una vez a fondo hasta el arco de Saja (un remate de Casco en un palo, tras una notable maniobra de Maxi).

Enfrente, ese Racing roto -último, sin victorias, con entrenador reciente- se mostró, por momentos, como un equipo nuevo. Sin brillos, sin demasiados motivos para el aplauso, consiguió estar más cerca de la victoria que el encumbrado oponente. Hubo un personaje clave para que el equipo de Ischia se exhibiera de tal modo: Rodrigo De Paul, figura del primer tiempo, encarador, inteligente para encontrar espacios ante un Newell’s con facilidad para el retroceso en bloque. No fue casualidad: tres de las cuatro llegadas más claras de Racing tuvieron su sello. Reventó el travesaño, también un palo y chocó contra el impecable Nahuel Guzmán. No pudo. Un detalle complemetario sobre el diez de Racing: cuando fue reemplazado, a los 33 minutos del segundo tiempo, escuchó algunos silbidos. Mucho se parecieron a una injusticia. El pibe merecía aplausos.

Esa salida de De Paul resultó también un síntoma. Por momentos, Racing vive preso de los mandatos del contorno. Y la ansiedad de afuera se traslada al campo de juego. Con un tiempo de fútbol aceptable, el equipo consiguió dosificar los cantitos hostiles. Pero el gol no llegó y las dudas lo doblegaron. La consecuencia, claro, resultó inevitable en este contexto de inquietudes: «Jugadores, la concha de su madre / a ver si ponen huevos / que están jugando en Racing». Ese grito, con insultos añadidos, acompañó al último tramo del partido. Lo bueno que había generado por instantes de nada había servido ante la mirada inquisidora del hincha que no tolera ver a un equipo que apenas sumó dos puntos de 24 posibles.

Quedó una impresión, al cabo: Newell’s ganó por decantación. Siempre creyó -más allá de su juego escaso en esta visita a Avellaneda- que podía vencer. Que una chance iba a tener y que la iba a aprovechar. Y así, al amparo de su inercia de equipo acostumbrado a la victoria se impuso. En su formación, agazapado, esperaba su espacio un superhéroe: Maxi, ya con la banda de capitán heredada de Bernardi, comenzó a eludir adversarios y construyó un gol para guardar en todas las memorias. Y así, con él, Newell’s se hizo inalcanzable por otro rato

Fuente: Clarín