Digamos que el hombre se llama Mauricio y es de El Paso. También hay que avisar que no es muy dado a las entrevistas. Por el contrario, concertar una cita con él requirió de múltiples llamadas, juramentos de no revelar su identidad, intermediarios de confianza y otras precauciones.
El día del encuentro se hizo realidad después de varios contactos “virtuales”. El hombre requirió un sitio de confianza para la cita. Temía estar en algún lugar donde no se sintiera seguro. Eran muy raras la cantidad de condiciones, cuando semanas atrás había hablado de los temas en la boda de un piloto profesional. Quien lo refirió, incluso, hizo el siguiente comentario: “es sorprendente cómo todos los que vuelan aviones tienen experiencias de ese tipo. En la mesa en la que estuve sentado me enteré de cosas dignas de un libro”.
Pero no hay que desviarse, porque entonces no describiríamos la primera impresión de Mauricio: un tipo sencillo, de más de 50 años y vestido con la usanza de un padre de familia de la vieja escuela. En fin: un señor que no levanta la mínima sospecha de nada. Quizás por eso insiste que se haga todo con seriedad, porque teme que lo traten como loco o se burlen de él.
En su mano tiene un ejemplar de “The day after Roswell” del coronel retirado Philip J. Corso. Mauricio es un hombre educado, insiste en prestar el libro, y resalta que es un texto serio con prólogo del senador Strom Thurmond.
—¿Cuántos ovnis ha visto?
—He visto 68 ovnis. El mayor fue hace 17 años en el cine Azcárate. Estaba con mi mujer y mi hijo, y vimos unas luces tremendas. Fue a las 11:30 de un sábado. No quise agarrar la I-10. Entonces me metí por la calle Mesa para tomar la Shuster. Era un platillo grande en forma de rectángulo, con un panel abajo lleno de varios cuadrados. Atrás y adelante era redondeado. Fue por Mount Franklin.
—¿Más nadie lo vio?
– No. En todo ese tiempo nadie pasó por la vía. Al final, el platillo dio vuelta por el Scenic Drive. Iba demasiado lento. Algo tan grande no puede volar a 10 millas. La última vez que vi a mi hijo, que ya es un hombre grande, me dijo que no se acordaba de eso. Mi esposa sí.
—Dice que vio 68 ovnis. ¿No le parece raro? Mucha gente nunca se ha topado con uno en toda su vida?
—Parece que sé cuándo van a pasar. Creo que tengo un implante. Me metieron en una nave y me lo pusieron.
—¿Alguna vez lo han amenazado desde el Gobierno?
—A mí me robaron mi computadora de la cajuela del carro. Allí tenía un montón de información. Un vez, mientras trabajaba en ella, me salió una pantallita que me decía cosas. Mi laptop tenía una cámara, estornudé en un momento y apareció este mensajito: “cuando estornudas, cierras los ojos”. Me asusté mucho porque era verdad. Eso fue hace como año y medio.
—¿Por qué cree que el Gobierno no quiere que nada de esto se sepa?
—Ellos no querían nada igual después de lo que hizo Orson Welles con “La guerra de los mundos”. No querían que sucediera algo parecido.
—¿Cree que el Gobierno mantenga contacto con seres de otros planetas?
—Mire, cuando sucedió lo de Roswell ellos recuperaron el ovni y lo mandaron a Fort Bliss, luego a Kansas y Ohio. Allí encontraron chips de computadoras, visores nocturnos, dentro del ovni se miraba como de día, tecnología para los microondas, fibra óptica y láser. Es decir, se beneficiaron de los avances que tenía la nave. Eso lo dice Corso en su libro. Otra cosa: el libro de Enoch no fue admitido en la Biblia porque había mucha mención a los “vigilantes”. Jesús se refirió a ellos como los que traían conocimientos de yerbas medicinales y sabían trabajar los metales.
—¿Puede decir si esta frontera tiene ovnis?
—Sí. Hay un lugar en Chihuahua donde aparecen cada año. Es en el suroeste, por la sierra. Parte de mi familia vive allí, y me habló de una luz que hace ruido. Hay muchos aquí en El Paso, por el East Side, en especial por San Elizario. Una vez iba volando en una avioneta, cuando nos topamos con una tormenta. No nos dejaron aterrizar por un rato. Cuando por fin íbamos a tierra vi un ala derecha de una nave que no era de acá. Insistí en la plática con el piloto. Nadie me creyó y luego salió en el periódico de Fort Worth al siguiente día.
—¿Por qué cree que vienen tanto acá?
—Ellos se cargan con los relámpagos en White Sands. Vienen mucho para monitorear el progreso de la humanidad.
—¿Entonces son buenos?
—Hay buenos y malos. Los últimos experimentan con gente. ¿Sabe lo que pasó en White Sands?
—¿Qué pasó?
—En los 40 un soldado estaba con su supervisor. Dijo que tenía que ir al baño. Fue y tardaba en regresar. Al poco tiempo el superior fue en su busca y lo encontró mutilado. Todo eso sucedió en cuestión de segundos. No pudo haber sido de este mundo
Un tema serio
Ya se dijo en el penúltimo artículo de la serie: con el tema de los ovnis no se juega. ¿Por qué se llegó a esa conclusión? Porque se aludió a la famosa dramatización radiofónica del 30 de octubre de 1938. Para quienes se perdieron esa entrega, un joven Orson Welles adaptó la historia “La guerra de los mundos” del escritor H.G. Wells.
Todo lo narró como si fuera una transmisión de alerta nacional y, quienes no estuvieron al corriente de la invención, entraron en un pánico digno de estudio. El panorama no fue de manual turístico: suicidios, descontrol, insania derramada en las calles de Nueva York y de New Jersey, pero también en el resto del país.
Los teléfonos de la estación de radio no dejaron de sonar, y Welles tuvo que intentar calmar los ánimos. A partir de ese momento se conocieron las consecuencias que podían causar los relatos de ovnis, y también lo delicado que significa adentrarse en ese mundo.
Caso discutible
Hay infinidades de casos que se han lucrado con el tema. No hablamos de la industria del cine, que ha encontrado en el mismo una mina de oro, sino de personajes muy concretos que elaboran sus reputaciones ancladas en relatos interestelares.
La del español J.J. Benítez es una de las más conocidas. Puede decirse que ha hecho toda su carrera hablando del tema ovni. Él mismo se vende como una autoridad en la materia, y más cuando publicó su libro “Ovnis: Documentos oficiales del gobierno español”. A partir de ese momento su trayectoria fue imparable.
Para quienes aún no han logrado ubicar mejor al personaje, se tendrá que decir que él es el autor de la millonaria saga de novelas “Caballo de Troya”. ¿Cómo no acordarse de ella? Viajes en el tiempo, Jesús de Nazareth, militares de por medio, etc.
Contras a J.J.: sus pruebas y teorías se caen como fachadas de cartón piedra. En alguna ocasión llegó a mostrar un video de Marte, que resultó ser una burda animación encargada por el propio autor a una empresa especializada. Su defensa es digna de enmarcarse en oro: “La ciencia es muy importante, pero el corazón más”.
No apto para incrédulos
Hay otro caso que aún se presta eternos debates. Se trata de Billy Meier, el granjero suizo. Él es quien ha aportado más documentos sobre sus encuentros cercanos del tercer tipo. Dice tener más de 1000 fotografías de ovnis y seres de otros mundos. También asegura que la mayoría fueron hechas en dos períodos: de 1959 a 1964 y de 1975 a 1981.
El aludido afirma que ha estado en contacto con habitantes de las Pléyades desde 1942, a la edad de cinco años. Primero lo hizo con un anciano de nombre Sfath, luego con una mujer llamada Asket y por último con la bella Semjase. Hay que decir que todos estos seres son idénticos a los humanos, y las féminas son hermosas y de tipo nórdico. Y algo más: suelen conversar sobre historia, espiritualidad o eventos futuros que podrían evitarse.
Meier ha dicho de todo. Jura que se ha comunicado en persona y también telepáticamente. En alguna ocasión subió a una nave y lo llevaron a la época prehistórica. De todas estas experiencia tiene piedras y fotos. Muchas de ellas han pasado con éxito cualquier tipo de prueba de veracidad; otras no han corrido con la misma suerte. De allí que su reputación pueda estar en entredicho.
Fuente: http://diario.mx/El_Paso/