Patrona de Brasil

Aparecida

Nuestra Señora de la Concepción Aparecida, popularmente llamada Nuestra Señora Aparecida es la patrona de Brasil, venerada en la Iglesia Católica. A título mariano negro, Nuestra Señora Aparecida está representado por una pequeña imagen de terracota de la Virgen María, que actualmente se halla en la Basílica de Nuestra Señora Aparecida, en la ciudad de Aparecida, en São Paulo.

 

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Su fiesta litúrgica se celebra el 12 de octubre, un día de fiesta nacional en Brasil desde que el Papa Juan Pablo II bendijo la Basílica en 1980. La Basílica es el cuarto santuario mariano más visitado del mundo y es capaz de acomodar hasta 45.000 fieles.

La reina y patrona de Brasil

Nuestra Señora de la Concepción Aparecida, fue proclamada Reina de Brasil y Patrona Principal el 16 de julio 1930, por decreto del Papa Pío XI. La imagen ya había sido coronada con anterioridad, en nombre del Papa Pío X, por decreto de la Santa Sede, en 1904.
El día 30 de junio de 1980, a través del Ley N º 6.802, se estableció oficialmente el 12 de octubre como día festivo, dedicando esta día a la devoción. También con esta Ley, la República Federativa de Brasil reconoce oficialmente a Nuestra Señora Aparecida como la patrona de Brasil.

Primeros milagros

El Padre Francisco da Silveira realizaba sus misas en la actual Aparecida do Norte y escribió una crónica en 1748, donde se menciona la imagen de Nuestra Señora como: «famosa por los muchos milagros realizados.» En esa misma crónica se describe cómo los peregrinos recorrían grandes distancias para agradecer los favores obtenidos.

Milagro de las velas

Siendo una noche tranquila, de repente las dos velas que iluminaban a la Santa se apagaron. Hubo consternación entre los fieles, y Silvana da Rocha, queriendo encenderlas de nuevo, no lo logró, porque estas se encendieron por sí mismas. Este milagro de la Virgen, muy probablemente, ocurrió en 1733.

Caen las cadenas

A mediados de 1850, un esclavo llamado Zacarías se encontraba preso con gruesas cadenas, al pasar por la iglesia donde estaba la imagen de Nuestra Señora Aparecida, le pidió permiso al capataz para orar. Al recibir la autorización, el esclavo se arrodilló delante de Nuestra Señora Aparecida y rezó con pasión. Durante la oración, las cadenas milagrosamente se soltaron de sus muñecas, dejando a Zacarías libre.

El jinete y la marca de la herradura

Un jinete de Cuiabá, de paso por Aparecida, en su camino a Minas Gerais, al ver la fe de los peregrinos comenzó a burlarse, diciendo que aquellas muestras de fe eran una tontería. Para probar sus palabras, trató de entrar a caballo en la iglesia. En la escalera de la iglesia (La Basílica Vieja), la pata de su caballo quedó atrapada en una de las piedras de la escalinata, llegando a tumbar al jinete del caballo, después de lo cual la herradura quedó marcada en la piedra. El jinete se arrepintió, pidió perdón y se convirtió en devoto.
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