Del Potro acelera y ahí liquida a sus adversarios a pura potencia

Del PotroEn la tercera ronda irá contra el búlgaro Dimitrov o Zemlja, cuyo partido se suspendió con ventaja del esloveno 9-8 en el quinto set.

La historia. La tradición. La solemnidad del escenario. Los símbolos de la realeza. Todo eso se mezcló, seguramente, cuando Juan Martín Del Potro hizo la reverencia de cara al box real donde se encontraban el hijo del duque de Kent y su mujer. La muchedumbre lo ovacionó de pie y él, obviamente de punta en blanco, agradeció el apoyo popular. Después, confesó las sensaciones incomparables de volver a pisar la mítica cancha central del All England. “Es lindo, muy lindo jugar acá. Es diferente a todo. Antes había jugado un par de veces y había perdido; el último recuerdo era la derrota con Federer en los Juegos Olímpicos. Esta vez, por suerte, me fui con la alegría y con la satisfacción de haber ganado por primera vez”, contó Delpo con un semblante que evidenciaba la victoria aún fresca. Otra victoria incuestionable en tres sets para poner con fuerza los dos pies en la tercera ronda de Wimbledon. Otra victoria clave para continuar empleando sin respiro el inflador espiritual y para ir retomando, día a día, la confianza de las épocas de oro.

Ayer la víctima de la potencia descomunal del tandilense fue Jesse Levine, el canadiense que había eliminado en la primera vuelta a Guido Pella y que apenas emparejó un poco la balanza en el segundo set, cuando Del Potro volvió a caer -como le había pasado con Albert Ramos en el estreno- en un bache imprevisto que lo dejó caminando sobre la cornisa. Sin embargo, hizo equilibrio, se enchufó de nuevo y cerró su obra con la autoridad de los que tienen claro qué es lo que quieren y cómo llevarlo a cabo. Fue 6-2, 7-6 (9-7) y 6-3 en una hora y 59 minutos de un tenis interesante.

De estatura, Del Potro (1,98 metros) le lleva 23 centímetros de diferencia a Levine (1,75). Ese debe ser todo un contratiempo para el zurdo contragolpeador de Ottawa, de modo especial cuando enfrenta a alguien tan gigantesco. Levine saca muy bien, pero le cuesta una enormidad generar tiros que lastimen a la hora de estar obligado a tomar la iniciativa. Cuando del otro lado le proponen palo y palo , se prende a fondo -con un drive más que correcto- y hasta puede desnivelar porque busca seguido las líneas. En cambio, cuando debe mandar él, deja la mayoría de sus intentos en la red o demasiado cortos, para felicidad y para comodidad del adversario.

En los cuatro primeros games Del Potro quebró dos veces para distanciarse 4-0. Cualquier semejanza con un paseo era la más pura realidad. Al cabo, una devolución larga de revés de Levine clausuró el primer set y dejó abierta la duda: ¿será todo tan sencillo? La respuesta llegó pronto. Y fue más por desconcentración del ganador que por virtudes manifiestas del perdedor.

El mejor tenista argentino pasó a tener movimientos más lentos y dejó de mover a su rival como había hecho en los pasajes de dominio abrumador. No arriesgó, no lo hizo correr, no le cambió la velocidad, no le jugó una y una . Levine se agrandó y empezó a meter muchas de las que unos minutos atrás iban afuera. Y se quedó con el servicio de Del Potro en el cuarto game de ese segundo capítulo. Hasta se colocó 5-2. Ahí reapareció el vencedor. Pulsó nuevamente la quinta marcha y cuando hace eso, liquida al más pintado . Recuperó el quiebre en el noveno juego. Y en el tie break irremediable, impuso su jerarquía: con un gran passing cruzado de drive ratificó la tendencia triunfal.

El set postrero sirvió para corroborar la supremacía de Del Potro, quien regaló un impresionante ace -el 13° de su cosecha- a la “T” a 211 km/h para que la centésima ovación le endulzase más los oídos.

“Me vi mejor que en la primera ronda; pegándole más fuerte a la bola, aguantando bien los puntos largos. Eso sí, todavía puedo sacar mejor”, definió Del Potro. Cuando Clarín le preguntó que reflexión le merecían las eliminaciones de Roger Federer y de Rafael Nadal, apuntó: “Fueron sorpresivas, claro. Es que no estamos acostumbrados a verlos perder antes de la segunda semana, salvo que caigan con tenistas de su misma altura. Pero son cosas que pueden suceder, más en una superficie como el pasto, donde todo se empareja bastante. Acá, si cometés errores, no zafás. De todos modos, no veo la otra parte del cuadro. Yo sólo hago mi camino”.

Fuente: Clarín