Racing y Vélez no supieron concretar

Terminaron 0-0 en Avellaneda. Los de Zubeldía sumaron un punto en su carrera por entrar a la Sudamericana, los de Gareca piensan en la revancha con Newell’s por la Libertadores.

El reparto de ceros fue una consecuencia previsible con sólo haber visto aquel rato inicial del partido. No hubo variantes -en términos del juego- respecto de lo que ofrecieron. Sin profundidad, sin osadías ajenas a la prioridad de cuidarse, sin gol. Fue un cero grande de Racing; también otro cero grande de Vélez. Un punto de cada lado. Un reparto de pobrezas. Y, sobre todo, casi nada de juego. En definitiva, un oscuro empate como esta noche que nada cambiará en el desarrollo del torneo Final del que participan.

Había un detalle, en la antesala, que contaba al partido: ninguno de los dos jugaba por un objetivo grande. Vélez tiene otro objetivo enorme, esa Copa Libertadores que es una obsesión de casi dos décadas. Racing, después de algunos tropiezos, busca un horizonte no tan grande: abordar el ámbito internacional a través de la Sudamericana.

En ese contexto se jugó el partido. Despojado de grandes presiones; también despojado de emociones y de encantos. Fue así el primer tiempo: sin construcciones colectivas, sin ofertas individuales valiosas, sin magia. Un síntoma al respecto: el más aplaudido del primer tiempo por su aporte ofensivo resultó Bruno Zuculini, un mediocampista proclive a la lucha intensa y a los roces frecuentes.

El cero fue una calificación compartida para ese primer tiempo. Otro detalle a modo de síntoma: lo que sucedía en el contorno, con la efervescencia de los hinchas de Racing, era más interesante que ese campo de juego que entregaba un partido desencantador.
Racing buscó con su lógica de estos días de Zubeldía: la prioridad es el error ajeno. A simple vista, La Academia es la pretendida Academia del contraataque. Pero casi nunca sucede eso. El equipo tampoco es eficaz en su rubro favorito. Retrocede y recorta espacios con acierto; va tras los pasos del arco ajeno sin claridad, sin convicción, sin nada.

No hubo modificaciones importantes en el complemento. Vélez siguió siendo ese Vélez de la calma, de la tranquilidad, ajeno a las ansiedades. Pero sin profundidad. Con Federico Insúa en la doble función de enganche y mediocampista izquierdo; con dos delanteros (Jonathan Copete y Lucas Pratto) en permanente movimiento no le alcanzó para resolver el plan defensivo de Racing. Sin embargo, ni con los cambios, el equipo de Ricardo Gareca consiguió vulnerar a su rival. Dicho de otro modo: no quedaron llegadas a fondo de Vélez en la libreta de apuntes.

No fue distinto lo de Racing. Continuó siendo un equipo metódico en función de no otorgarle resquicios a su rival. También siguió careciendo de capacidad de búsqueda. Es cierto, de todos modos: la llegada más clara perteneció al equipo de Zubeldía, con esa gambeta sin final feliz de Zuculini. Racing fue eso y poco más. Apenas la frescura de Rodrigo De Paul, como mediocampista ofensivo por los costados.

Hubo otro detalle que varió las sensaciones del complemento: el ingreso de Ricardo Centurión, cuando apenas le quedaban 17 minutos, invitó a la gente de Racing a creer que era posible modificar las incomodidades del escenario de un partido sin brillos, vacío de juego. Pero no. No hubo caso. Tampoco el Centurión del regreso estaba en condiciones de cambiar lo que venía sucediendo. En consecuencia, el final del partido también se pareció a todo lo que había sucedido en el recorrido: una sucesión de tropiezos. En definitiva, un desencanto que terminó calificándolos a ambos. No es azar: Racing y Vélez están lejos de todo.

Fuente: Clarìn