El triunfo de Correa en Ecuador

En América Latina no es excepcional pues Uruguay y Brasil han adoptado políticas que controlan la inflación y el déficit fiscal.
Cuba, Venezuela y Argentina, sin embargo, han convencido a muchos de que a la izquierda no le importan los equilibrios macroeconómicos. Creen que el gasto público debe ser financiado con emisión monetaria y no con impuestos; tampoco consideran que la inflación es un impuesto injusto que disloca todas las decisiones económicas. Al intentar administrar la tasa de cambio, sus gobiernos terminan acumulando desequilibrios crecientes que eventualmente deben enfrentar con devaluaciones calamitosas.
Correa en Ecuador ha ganado la reelección después de seis años de gobierno en los que ha aumentado los impuestos de los ricos y de las empresas, así como también las regalías del sector petrolero; con esos ingresos, ha hecho cuantiosas inversiones públicas en autopistas y aeropuertos que nos ponen verdes de envidia a los colombianos.
¿Cómo es posible que un país la mitad de rico que Colombia pueda hacer carreteras de cuatro carriles por todo su territorio, con especificaciones modernas que las hacen seguras, mediante una contratación competitiva que incluye empresas canadienses, chinas y europeas? ¿Que tenga además buenos programas asistiendo a las familias más pobres del país?
Algunas de las respuestas son de economía política. Ecuador tenía un sistema que le entregaba a un Congreso unicameral, elegido con compra de votos y clientelismo, la capacidad de tumbar al presidente con frecuencia (hubo 15 presidentes en 10 años). El gasto público era capturado por los clanes políticos. Correa pudo organizar una constituyente que le entregó todo el poder al Ejecutivo; de esta manera, los políticos de los partidos tradicionales fueron despojados de su control sobre el erario y los votos de los ciudadanos.
La hiperinflación que vivió Ecuador a finales de los noventa condujo al atajo de la dolarización para normalizar los precios. A pesar de que Correa es enemigo de tener el dólar como moneda nacional, comprende que recuperar la soberanía monetaria con un banco central que puede ser intervenido por el Ejecutivo sería abrir una caja de Pandora inflacionaria.
El dólar devaluado ha contribuido a aumentar las exportaciones de banano, flores, camarón y cacao, aunque la inflación interna ha sido mayor que la de Estados Unidos y algunos de sus vecinos, revaluando su tasa real de cambio, pero menos que la del peso colombiano.
Entre otras medidas autoritarias, Correa obligó al banco central a invertir parte de sus reservas internacionales en fondos de crédito locales que terminaron por estimular demasiado la economía, produciendo algo de inflación. También de manera arbitraria, Correa se ha rehusado a pagar parte de la deuda externa que él mismo juzga como “ilegal”.
Con todo, el desempleo fue de 4,7% en 2012, la pobreza ha caído 27% desde 2006 y el gasto en educación se ha duplicado, como también la cobertura de salud. El ingreso del Gobierno pasó del 27% del PIB en 2006 al 40% en 2012. La deuda pública es sólo 23% del producto.
Ecuador transita sobre el legado centralista de América Latina, liderado por Correa. El Ejecutivo controla el Congreso unicameral, puede empacar las cortes y censura los medios. Insistirá seguramente en que su revolución necesitará de muchos años para consolidarse.

Por: Salomón Kalmanovitz
Elespectador.com