El joven, con solo un año y ocho meses de edad, fue torturado en 1974 por militares brasileños junto a sus padres. Sobrevivió pero nunca superó los golpes recibidos.
Carlos Alexandre Azevedo, quien con un año y ocho meses de edad fue torturado en 1974 por la dictadura militar brasileña junto a sus padres y había contado que nunca superó los golpes recibidos, se suicidó este lunes, a los 37 años, con una sobredosis de medicamentos.
«Hoy la dictadura militar (1964-85) concluyó la muerte de Carlos iniciada en una edad tan tierna; este hecho nos entristece a todos profundamente y fortalece nuestra lucha por la memoria, verdad y justicia, para que la impunidad no se perpetúe», dice un comunicado del Movimiento Nacional de Derechos Humanos, citado por la agencia ANSA.
Carlos, quien en una reciente entrevista contó que nunca había superado los golpes recibidos en la sede de torturas de la policía política del régimen en el estado San Pablo (Deops), fue torturado junto a su madre, la psicopedagoga Darci Alzonia, y el padre, el periodista y cientista político Dermi Azevedo.
«Mi corazón sangra de dolor, mi hijo mayor se suicidó con una sobredosis de medicamentos», dijo en Facebook el padre de Carlos, quien acusa al equipo del jefe de la represión policial, comisario
Sergio Fleury, como el responsable por las torturas a su hijo. Dermi Azevedo precisó que «con apenas un año y ocho meses de vida (su hijo) fue preso y torturado el 14 de enero de 1974 en San Pablo con su madre».
Agregó que «luego fue llevado a (la ciudad vecina) de Sao Bernardo do Campo, cuando en plena madrugada los policías derribaron la puerta de nuestra casa y lo tiraron al piso, golpeándolo en la cabeza; nunca más se recuperó, el crimen quedó impune y el suicidio es el límite de su angustia».
El niño Carlos Azevedo, según la revista Istoé, lloraba de hambre y sufrió torturas con golpes y descargas eléctricas.
El 13 de enero pasado, el Estado lo consideró «amnistiado político» con una indemnización de 50.000 dólares por haber sido víctima de los militares.
A la edición de Istoé de ayer domingo Carlos dio su último testimonio: «Mucha gente cree que no hubo dictadura ni tortura en Brasil. Me sentí comprendido por esta decisión. La indemnización no borrará nada de lo que ocurrió en mi vida. Para mí la dictadura no terminó, hasta hoy sufro sus efectos, tomo antidepresivos y antipsicóticos, tengo fobia social».
Los delitos cometidos por la dictadura militar no fueron juzgados en Brasil a raíz de la Ley de Amnistía de 1979, ratificada por el Supremo Tribunal Federal en 2010, que benefició a los agentes del Estado.
La presidenta Dilma Rousseff, víctima de torturas y presa política del régimen, el año pasado puso en funciones a la Comisión de la Verdad, para investigar los delitos de la dictadura.
La Comisión de la Verdad debe elevar un informe el próximo año a la mandataria.
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