Trezeguet “volvió” contra Boca, mostró su felicidad por el gol y otro triunfo superclásico y, por encima de todo, valoró la importancia de ese virus que no se detiene: el virus Pelado. El regreso de la alegría…
Hay algo en el aire, algo más bien etéreo, intangible pero a su vez irrebatible, algo que contagia como la risa. Es un brote epidémico que se difunde por Núñez y alrededores, que también explotó en Mar del Plata y se propagó hasta Córdoba, que va de Boca en Boca; un pimpollo de confianza, de optimismo, de audacia, de que no todo está perdido. El virus Ramón no se detiene: alcanza distintas generaciones, desafía al tiempo y al escepticismo, llega a gurises que ni siquiera vivieron lo zarpado que fue lo anterior, puede reanimar jugadores que andaban marchitos en el olvido, entusiasma a los más pibes de un plantel que ya no es lo que era y al mismo tiempo conmueve a un campeón del mundo. Infinidad de cosas se han dicho y escrito sobre lo que le generó a un pueblo azotado esta vuelta del Pelado, pero pocas veces una definición dijo tanto: “Ramón le hizo entender a este grupo lo que significa River… Especialmente a los más jóvenes”.
Ahora bien, no es simplemente el encomillado lo que cuenta. Sino quién lo cuenta. David Trezeguet es uno más sólo para Ramón. O mejor dicho: sólo Ramón puede tratarlo como si fuera uno más. Esta incipiente relación venía por los carriles del respeto y, si se quiere, algún que otro chichoneo mesurado. Cero privilegios para un capitán que, con la diplomacia que lo caracteriza, supo masticar en silencio que el riojano lo ubicara como quinto delantero hace apenas dos semanas. El superclásico del Kempes lo cambió todo: la ropa de héroe volvió a tener el talle que mejor le sienta al francés y ahora, con el inicio del torneo Final a la vuelta de la esquina, un signo de interrogación se agiganta al lado de Mora. Porque aunque no lo diga, el 7 de oro, además de darle un gozo profundo al mundo River, lo que hizo con ese gol fue meterle una linda presión al técnico que se propuso sacar goleador a Gabriel Funes Mori.
“Hacerle un gol a Boca es una satisfacción enorme en lo personal, pero lo importante para mí era sumar minutos e integrarme a lo que pretende el entrenador. Es cierto que todavía me falta encontrar un poco más de lucidez, pero ésta fue una pretemporada difícil y creo que la terminé de buena forma, aguantando casi 80 minutos sin problemas”, dice David, quien no convertía desde septiembre del año pasado y volvió a ser titular después de más de tres meses, un período en el cual las lesiones hicieron mella y se especuló con todo, con el quirófano, con la despedida, con la traición y con el poco feeling con Ramón. Sabe, Trezegol, y lo dijo, también, que el Pelado no le regalará el puesto, pero está claro que ya no le será tan sencillo sentarlo en el banco dentro de seis días frente a Belgrano. “Estoy muy motivado”, avisa David, a tono con esta nueva ola de entusiasmo.
Un día volvió la alegría. Una noche volvió Trezeguet. Y hay algo en el aire que anuncia que también River puede volver.
Fuente: Olè