El tiempo de Illia y cómo derrumbar al presidente

Días atrás, al cumplirse treinta años del fallecimiento de Arturo Humberto Illia, este presidente argentino ha sido recordado con expresiones de reconocimiento.

Diría que Illia intentó lo imposible en su circunstancia. Pensó que era posible restablecer la democracia y retomar la línea de gobiernos del pueblo, por el pueblo y para el pueblo.
Cuando se usa esta expresión (que define a la democracia) se está destacando que la voz pueblo hace referencia a la totalidad de quienes conviven en una estructura política llamada nación. Dice sintéticamente la índole del compromiso, la existencia de una intención, de un proyecto. Un ideal. Lo que importa es la constancia del ideal. Lo que la historia cuenta es el conjunto de hechos que jalonan la marcha de esa comunidad en pos de un ideal que nunca termina de convertirse en realidad cotidiana. La comunidad registra avances y retrocesos, acercándose o alejándole del ideal.

Cuando Illia llega al poder se intentaba retomar el paso. Este hombre sencillo y cordial tenía una larga militancia política. No se engañaba acerca de sus chances, pero aceptó el reto y se empeñó corajudamente, dentro de su modo de ser discreto, por intentar lo que, al cabo, en esas circunstancias, resultaba misión imposible. Illia era de esas personas que piensan que hay misiones imposibles, pero que deben ser intentadas.

Desgaste.
Pronto comenzó la tarea de limar lo poco sólido que sustentaba esa presidencia.
Quienes vivimos esos años y estábamos habilitados como testigos no podemos olvidar el proceso de destrucción de esa presidencia. Al principio, pareció cosa inocente, como esa palomita que Fax dibujaba en la cabeza de Illia. Podía pensarse que quería destacar la modestia del presidente, pero pronto quedó claro que se pretendía evitar que acumulara fuerzas a partir de la simpatía que irradiaba de su persona. Por eso, se optó por presentarlo como alguien que vive fuera de su tiempo y sus posibilidades. Como un iluso. Más tarde, como un incapaz. Cuando fue sacado de la presidencia por la fuerza, no se rescató la serena lucidez con que enfrentó a los complotados. Su admirable coraje fue presentado como desubicación.
Todo fue utilizado para destruirlo. Algunos pudieron creer que quienes lo ridiculizaban obraban así con inconsciencia, por tomar la onda del humor, que pronto fue mentira, desinformación, falsificación de los datos de la realidad. A mayor distancia de aquel momento, se puede pensar de manera diferente y creer que ya eran eficientes las organizaciones de desinformación y falseamiento de la realidad, que en nuestros días se han perfeccionado y constituyen una maquinaria del contrapoder o la expresión de los poderes que saben que nunca llegarán a controlar el Estado si dependen del voto popular. Cuando el actual presidente de Estados Unidos, un hombre de color, ganó la candidatura de su partido, esta maquinaria se aplicó a demolerlo a partir de la mentira, procedimiento que se ha repetido en la reciente reelección. No lo han vencido, pero le han dejado un margen tan estrecho que evidentemente lo condiciona. Pueden más los poderes ocultos y es posible, es cuerdo pensar, que éstos miden la cantidad de poder formal que conceden, porque con eso les alcanza para sus propios fines.

Después.
Frustrado el esfuerzo de Illia, todo se dio por añadidura. La Argentina avanzó hacia el desenlace de 1976 como si se tratara de una fatalidad. O de una prueba para medir la consistencia que conservaba el ideal de Mayo.
He contado algo sobre la vez que vino a La Pampa, como presidente. Quiso ser parte del homenaje a Williamson en General Pico. Veía en Williamson la personificación de uno de los caminos virtuosos para construir una nación, a partir de la investigación y el ensayo. Estudio y prueba, para abrir caminos y estimular el trabajo creador y redentor. En esa ocasión pude convencerme que entendía la presidencia como un trabajo de esa índole. El cargo no lo ponía por encima de nadie. Realmente, no se sentía superior a nadie, pero gozaba al compartir el reconocimiento a quienes cumplen su tarea a conciencia. El cargo de presidente es uno de los trabajos propuestos para el hombre.
He estado atento a algunos de los que sobresalieron en la tarea de ridiculizarlo, por ver si llegaban a reconocer su error. No entienden haber errado. Hacían su trabajo. Eran profesionales encargados de una obra de demolición. La especialización profesional genera rupturas del compromiso básico con la comunidad. Es lo que un pensador definió hace un siglo como «la barbarie del especialismo».
Jotavé

Fuente: http://www.laarena.com.ar/