Agresión innecesaria, cuyos vientos transformados en tempestades deberá recoger el país en algún momento gracias a la agresividad incontrolada de nuestra Presidenta
ARGENTINA.- Las declaraciones de la Presidenta transmiten mensajes, cuyo efecto en la sociedad, agrede la idiosincrasia del pueblo argentino y dañan su convivencia.
Cuando la Cámara de Apelaciones de New York, acaba de otorgarle a Argentina un plazo de tres meses, para que pueda renegociar con los bonistas y no caer en default técnico, la Presidenta ha hablado de “cierto colonialismo judicial en cuanto a deuda externa”, expresión que traspasa las valoraciones específicas de acciones o sentencias, para transformarse en juicios a instituciones, lo cual resulta agraviante para cualquier poder, de cualquier nación y no es lo que mas conviene en esta coyutura a los intereses de Argentina.
En la misma oportunidad, defendiendo sus políticas, lo cual es lógico, consideró que “el gobierno era resistido por sectores que representan las minorías, no son minorías, porque en el mejor de los casos se trata del 47%, ni hacía falta hablar de resistencia, que se asocia a enemigos, fue su naturaleza a la que no puede renunciar la que la incitó a agredir.
Cuando defiende al Unasur habla del bloque que resultará mucho más eficaz que organismos multilaterales consagrados y reconocidos a los que nadie escucha. Otra vez no podía ensalzar al Unasur sin denostar a las demás organizaciones. Agresión innecesaria, cuyos vientos transformados en tempestades deberá recoger el país en algún momento gracias a la agresividad incontrolada de nuestra Presidenta.
En Mar del Plata, en un acto del frustrado festival de cine, expreso que «Él era tuerto pero veía muy bien los problemas de su pueblo” hasta allí aceptable, sin embargo, agregó no como tantos que con los dos ojos, ven mucho menos que Él¨. Con qué necesidad agrede a quienes ven con los dos ojos, que por otra parte, es lo normal.
Cuando habló de que somos el “contramodelo de un mundo, en el que el capital se ha transformado en amo y señor” aunque con alguna veleidad, el concepto es defendible, pero no pudo reprimirse y agrego “ y nos quiere castigar” tenía que instalar un enemigo, con el que tarde o temprano deberá la nación negociar algo.
Es memorable aquel exabrupto cuando dijo “quedense con la Fragata Libertad”, sin medir que es un símbolo nacional y los símbolos no se negocian, se recuperan a cualquier precio. Fue una explosión de la incontrolada personalidad del dueño de la Fragata, no pudo ser jamás la expresión de un presidente republicano.
Parte del problema es el absolutismo intelectual, sustento del pensamiento único y del manejo totalitario del estado como si se tratara de su hacienda, de manera que no mide las consecuencias, no se siente administradora, se siente dueña.
Este es uno de los problemas de la Presidente. Su agresividad personal, como parte de su naturaleza y su concepción de poder, como parte de su ideología no le permiten ser la presidenta de todos, necesita pelear con quienes intuye sus enemigos y esa es una de las razones por las que la sociedad Argentina está caminando, sin que la oposición encuentre su rol, el decadente camino de la división, que solo podrán restañar generaciones futuras, y eso es lo verdaderamente grave.
Por Fernando de San Román
El Intransigente