En foco: El “van por todo” es un camino que conduce a la destrucción

La frase “van por todo”, que surgió tras las elecciones presidenciales del año pasado, tiene plena vigencia. El kirchnerismo está dispuesto a hacer lo que sea, y como sea, para saltear la fecha de vencimiento que le impone la Constitución nacional.

Pese a que cuenta con todos los recursos del Estado a su disposición, con un Congreso nacional que funciona como una escribanía y donde los jueces independientes quedaron reducidos a una mínima expresión, no la tendrá para nada fácil. Hay millones de ciudadanos que dijeron basta. Y por eso salieron a copar las calles para evitar ser avasallados por un poder central, exigiendo urgentes soluciones a problemas como la inseguridad y la inflación, que causan estragos en todas las clases sociales.

Sólo un gobierno que no tiene tapujos en cercenar libertades individuales, que no respeta el derecho a la propiedad de los ciudadanos y que busca acallar -o hacer desaparecer- a los medios de comunicación que no son sumisos a sus lineamientos políticos puede seguir calificando a la inseguridad como “una sensación”. Fue la propia ministra Nilda Garré la que utilizó esa expresión durante el fin de semana, sin importarle un rábano que, diariamente, mueran ciudadanos inocentes producto de la ola de delincuencia que existe.

Esta ministra era conocida con el nombre de “Comandante Teresa” en los años ‘70, cuando formaba parte del grupo guerrillero Montoneros. Ella fue una de las que tomaron las armas para combatir al gobierno democrático, elegido por el pueblo, que encabezó Juan Domingo Perón y que, tras su muerte, fue reemplazado por Isabel. Garré también fue una de las integrantes de la cúpula guerrillera que, en el “exilio” en México, mandó al muere a numerosos jóvenes que eran desaparecidos y asesinados por la sangrienta dictadura militar que tomó el poder en 1976. Habrá que preguntarse cómo Garré, Juan Manuel Abal Medina (padre), Mario Firmenich y otros capitostes de la subversión armada lograron salvarse. ¿Habrán tenido algo que ver las reuniones secretas, y no tan secretas, que mantenían los lideres guerrilleros con Emilio Eduardo Massera en Europa?

El derramamiento de sangre que tuvo lugar en nuestro país tuvo como principales responsables a los dictadores que violaron el legado sanmartiniano que siempre debería haber primado en nuestro Ejército. Pero en esa etapa negra de nuestra historia también cumplieron un rol protagónico aquellos que traicionaron a sus compañeros de lucha; aquellos que transaron, negociaron y tomaron las armas para que se quebrara el sistema democrático, cuando solamente faltaban seis meses para que se realizaran las elecciones presidenciales.

Garré es la misma ministra que, como titular de la cartera de Defensa, llevó adelante un desguace total de las fuerzas armadas. Lo que está sucediendo con la Fragata Libertad, embargada en un remoto país africano, es una clara metáfora de la indefensión en la que se encuentra nuestro país.

Toda nación soberana, que se precie de tal, necesita de fuerzas armadas altamente profesionalizadas y equipadas para defender su soberanía, tanto hacia dentro como hacia fuera de sus fronteras. El más claro ejemplo del camino a seguir debería ser Brasil. Allí los gobiernos de Lula Da Silva y Dilma Rousseff, tras realizar una política económica que llevó a que más de 30 millones de pobres se convirtieran en ciudadanos de clase media, utilizaron el Ejército y las fuerzas de seguridad militarizadas para hacerle un combate frente a frente a los cárteles de la droga que estaban instalados en las favelas, con el claro objetivo de proteger a su ciudadanía del crimen organizado. Lo hicieron siendo políticos formados en partidos de izquierda, que sufrieron en carne propia la persecución y la represión de la dictadura de su país.

Tanto Lula como Rousseff decidieron no encasillarse en preconceptos de una izquierda arcaica, anclada en el pasado. Lograron cambiar la historia de su país a partir de una concepción clarísima sobre cómo, a partir de programas de desarrollo económico, se defienden los intereses nacionales. La diferencia con el proceso kirchnerista, lamentablemente, ya es abismal.

La estrategia de Scioli

A diferencia del ultrakirchnerismo, que minimiza las demandas, después de la movilización del jueves el gobernador Daniel Scioli les dijo a sus ministros: “A la gente hay que escucharla”.

La misma frase había dicho tras el primer cacerolazo, del 13 de septiembre, cuando remarcó que “no hay que subestimar a nadie”. El mandatario provincial sabe que el reclamo fue contundente, y para toda la dirigencia política. “Toda manifestación transmite un mensaje. Nadie puede mirar para otro lado, y Daniel toma nota de todo, toma la parte que le toca y la traduce en acciones de gobierno”, explicó un hombre de su equipo. Por ello, Scioli promete que responderá al pedido de mayor seguridad (uno de los principales reclamos) con el impulso de leyes, inauguraciones de comisarías móviles y un lanzamiento anticipado del Operativo Sol, que se instalará en la Costa bonaerense en el verano.
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