El perdón papal requiere «pedir disculpas a todos los injustamente perjudicados».
El exmayordomo del Papa, Paolo Gabriele, que había disfrutado hasta ahora de arresto domiciliario, ingresará en prisión en la tarde de este jueves, volviendo a la celda del cuartel de la Gendarmería Vaticana que ya ocupó durante dos meses de arresto preventivo.
La orden del presidente del Tribunal del Estado del Vaticano supone el comienzo de la aplicación de la condena a un año y medio de cárcel por «robo con agravantes» de cientos de documentos del Papa.
Aunque la sentencia fue emitida el pasado 6 de octubre y la defensa renunció a recurrir, la condena no ha sido ejecutiva hasta hoy, después de que haya expirado el plazo en que la fiscalía podría haber presentado recurso para pedir una condena más severa.
La noticia del «estreno» de la celda del Estado del Vaticano desplaza a segundo plano el trabajo de elaboración final del mensaje y las propuestas del Sínodo sobre la Nueva Evangelización. El pequeño Estado del Vaticano, funciona a su aire, sin preocuparse por el impacto que sus decisiones tienen sobre la imagen de la Santa Sede.
La secretaría de Estado magnificó el acontecimiento con una severa nota oficial en la que recuerda que el mayordomo «ha cometido una ofensa personal contra el Santo Padre, ha violado el derecho a la privacidad de muchas personas que se habían dirigido al Papa por sus cargos, ha creado obstáculos a las comunicaciones entre los obispos del mundo y la Santa Sede, y ha perturbado durante bastantes meses la serenidad en la comunidad que trabaja al servicio del sucesor de Pedro».
La nota recuerda que el perdón papal requiere «el arrepentimiento del reo y la sincera petición de perdón a todos los que han sido injustamente perjudicados».
Paolo Gabriele ha pedido perdón al Papa en una carta privada, pero no ha realizado gestos de arrepentimiento en público ni ha pedido perdón a las docenas de personas cuya privacidad violó al entregar a un periodista cartas e informes reservados que habían dirigido al Papa.
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