Mientras el gobierno alimenta los sueños reeleccionistas de cara al 2011, la realidad es sacudida por las denuncias de presiones y coimas a legisladores de la oposición en la Cámara Baja para tratar el Proyecto de Presupuesto. Por qué el oficialismo insiste con fórmulas de la vieja política para seguir en el poder, y el cansancio de la gente hacia estas prácticas que vuelven a la ciudadanía aún más en contra de la política.
«Las convicciones políticas son como la virginidad: una vez perdidas, no vuelven a recobrarse» .
Fuente: www.agenciacna.com
Francisco Pi y Margall (1824-1901)
Siempre se ha dicho que la clase política está muy alejada de los intereses esenciales de la población, ignorando cuáles son sus problemas reales. Esta máxima popular parece más que palpable con los hechos que están sucediendo últimamente en nuestro país, cuando desde el poder político se desoye los pedidos de la gente para que haya una verdadera renovación en la misma y se atienda los problemas más urgentes sin entrar en la politiquería barata, y los políticos parecen mirar para otro lado.
El gobierno nacional, en vez de embarcarse en la ardua tarea de iniciar un plan a largo plazo que sirva para sacar al país del estancamiento económico en el que se haya sumergido, sigue desperdiciando el tiempo en cuestiones internas del Partido Justicialista, que en vez de reconciliarlo con la sociedad, no hace más que alejarlo de gran manera de la misma.
Esta sordera gubernamental, se da sin que nadie se ponga colorado o se le caiga la cara de vergüenza, y se hace con un total desparpajo para el enojo de un gran sector de la población que está terriblemente harto de estas prácticas. El kirchnerismo había asumido el poder allá por el 2003 con el estandarte de representar a lo nuevo en la política, que rompía con el pasado e iba a instalar una nueva forma de comunicarse con la gente, estrategia que evidentemente fracasó o directamente nunca se llevó adelante.
El acercamiento gradual del fallecido ex presidente Néstor Kirchner hacia los mandamás del conurbano bonaerense, no hizo más que alejar del tan mentado espacio político de la transversalidad, a aquellas personas que representaban cierto aire de renovación en la conducción política oficialista, y dejar entregado en bandeja el poder a aquellos a los cuales se los criticó en forma constante durante muchísimos años.
Esta unidad con los popes peronistas del conurbano, quedó marcada cuando los intendentes bonaerenses llevaron toda su tropa a esos inentendibles actos contra el campo que organizó el kirchnerismo en las álgidas jornadas antes del famoso voto «no positivo» del vicepresidente Julio Cobos en el Senado de la Nación, que terminó por echar por tierra con el aumento a las retenciones agropecuarias.
Evidentemente, la búsqueda de una nueva forma de hacer política, con mayor llegada a los pedidos de la población y con una entrega hacia la renovación dirigencial, quedó en la nada, y Néstor Kirchner, para que subsistiera su proyecto político, se terminó aliando con todos aquellos que había denostado muchas veces públicamente.
El fin de la «nueva política» que decía llevar adelante el santacruceño desde que asumió el poder en el 2003, quedó patente con la destrucción de la «Concertación Plural» y con la actitud de denostación hacia la figura de Julio Cobos. Todos estos actos han agarrado a una sociedad cansada de estas actitudes políticas tan mezquinas por parte de sus gobernantes, que no hacen más que querer mantenerse en la cresta del poder cueste lo que cueste, sin importar los costos sociales y económicos que eso puede traer aparejado para la población.
En estos días, hemos asistido incrédulos a las denuncias hechas por distintos diputados de la oposición, principalmente Cynthia Hotton y Elsa Álvarez, de que destacados miembros del oficialismo intentaron “convencerla” de cambiar su voto con respecto al Presupuesto 2011, apelando a armas tan impuras como la coima o el adelantamiento de obra pública para sus lugares de origen en caso de que decidieran acompañar el proyecto del Ejecutivo.
Este escándalo, que amenaza con sacudir las entrañas de lo más alto del poder kirchnerista, puede llegar a convertirse en uno de los Talones de Aquiles del proyecto K, y tal como pasó con el gobierno de la Alianza y la tan mentada “Ley Banelco” de flexibilización laboral, esto puede tirar por la borda los aires de renovación política y de metodología política que el gobierno había querido imponer en el imaginario popular.
Una sociedad apática a la política, más que una sociedad que va en crecimiento, es una comunidad que va en franco descenso, sin que con eso se logre armonizar a la población en busca de un futuro mejor para la misma. Es cuestión de la clase política el intentar que estos sectores que están totalmente indiferentes a la política, vuelvan a creer en ella y se vuelvan a involucrar de lleno en las decisiones importantes que conciernen al porvenir del país.
Cambiar la política y los dirigentes que la llevan adelante, es cuestión de todos y no de un pequeño grupo selecto. Sin la participación ciudadana para tratar de sacar de sus funciones a aquellos que hacen las cosas mal y poner en su lugar a aquellos que tienen ideas y decisión para llevarlas adelante, será muy difícil que la Argentina tenga un vestigio de futuro alentador.
Por el bien del país y de la incipiente democracia que vivimos y que tanto logró conseguir, es imprescindible la participación de todos los ciudadanos en las decisiones del país, criticando lo que se cree que se está mal, pero a la vez proponiendo nuevas maneras de salir de el atolladero en el que la Argentina se encuentra inmersa desde hace años.
Una clase política trabajando coco a codo con los ciudadanos, y con la población creyendo en lo que hacen sus dirigentes, es lo que hará de nuestro país una nación mejor y con gran visión de futuro. Ojala que en el corto plazo se pueda llegar a esta situación, que por el momento parece utópica, pero las esperanzas en un país mejor nunca se pierden.