Emilse Peralta trabaja en la Municipalidad de Esteban Echeverría y está separada de su marido. Asegura que la investigación fue «un desastre» y que no se profundizó la pista que apuntaba a la posible participación de policías en el hecho.
Hace justo diez años, Emilse Peralta esperaba novedades de su hijo y mantenía las esperanzas de volver a abrazarlo. Algunos días antes, el 5 de julio de 2002, tres delincuentes le habían cruzado un coche al remís en el que Diego iba a su colegio en El Jagüel y lo secuestraron. Los captores pidieron 200 mil dólares, y Emilse y su marido apenas pudieron conseguir nueve mil pesos y dos mil dólares. Pagaron el rescate pero luego de un silencio prolongado, el 12 de agosto de ese mismo año, el cuerpo del chico apareció con las manos atadas y con varias puñaladas por la espalda y en su cuello en una tosquera de Quilmes. La esperanza de la madre se desvaneció ese día.
Emilse recibe a Tiempo Argentino en su oficina de la Municipalidad de Esteban Echeverría. Está vestida de negro. El luto sólo encuentra un matiz en el pañuelo que cuelga de su cuello y en un prendedor en el lado izquierdo de su pecho que tiene la foto de su hijo. «Me convertí en una persona más decidida. Aprendí muchísimas cosas del dolor, como a defender la vida y a mi prójimo. Tengo esa energía adentro, que es el amor de mi hijo», dice la mujer.
«Cuando asesinaron a Diego se llevaron una parte mía, la mejor. Nunca más voy a ser feliz. Desde ese momento sé lo que es la soledad, desde todo punto de vista», agrega.
Fuente: Infonews