EN DESARROLLO HUMANO, CHILE HA SUPERADO A LA ARGENTINA

El Indice de Desarrollo Humano que elabora Naciones Unidas señala que en las últimas tres décadas la Argentina ha perdido posiciones dentro de América Latina y fue superada en su liderazgo regional por Chile. Este fracaso es la consecuencia de no haber articulado un sistema político, económico y social moderno y estratégicamente dirigido al desarrollo de las personas. La tarea de reconstrucción supone restablecer los valores republicanos, crear un capitalismo transparente, competitivo y dinámico, y priorizar en los presupuestos públicos las inversiones socialmente estratégicas como la educación, la salud y la seguridad.

El Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) es una institución de las Naciones Unidas que opera en todos los países como una red mundial para promover el desarrollo a través de la difusión del conocimiento, la experiencia y los recursos económicos necesarios. Uno de sus principales aportes intelectuales es la confección del Índice de Desarrollo Humano (IDH). Este indicador procura superar las limitaciones que supone medir logros en materia de desarrollo sólo a través del PBI. Para ello, conjuga dentro de una sola medición tres dimensiones básicas del desarrollo humano: vida larga y saludable, acceso a educación y conocimientos, y nivel de vida digno.

Si bien tiene limitaciones importantes y no está exento de polémicas, es un indicador mundialmente aceptado. Además, cuenta con el aval de Amartya Sen, quien recibió el Premio Nobel de Economía en el año 1998 por sus contribuciones al conocimiento sobre el desarrollo humano. El índice varía entre 1 y 0. Noruega tiene el índice más alto, con 0,938, y Zimbabwe el más bajo, con 0,140. En Haití, con el peor desempeño en América, el índice es 0,404.

En América Latina, entre el año 1980 y el año 2010 las tendencias fueron las siguientes:

· Para el promedio de America Latina, el Índice de Desarrollo Humano pasó desde 0,573 a 0,704, es decir, experimentó un crecimiento de 22% en 3 décadas.

· En Argentina, el índice pasó desde 0,656 en el año 1980 a 0,775, en el año 2010, registrando una variación porcentual del 18% en estas 3 décadas.

· En Chile, el índice aumentó desde 0,607 en el año 1980 a 0,783 en el año 2010, habiendo crecido un 29% en las 3 décadas.

Los datos señalan que la Argentina ha tenido en las últimas tres décadas progresos modestos, con un desempeño inferior al promedio de la región y muy por debajo de Chile. El IDH de Argentina pasa de ser un 14% superior al promedio de América Latina en 1980 a ser sólo un 10% superior en el 2010. En la comparación con Chile, el IDH de Argentina era un 8% superior en 1980, pero en el 2010 el IDH de Chile es superior al de Argentina.

Esta endeblez en la dinámica del desarrollo argentino sugiere que, desde el restablecimiento de la democracia, la Argentina no ha sido capaz de articular un sistema político que tome decisiones con un sentido estratégico. Por el contrario, ha prevalecido –obviamente que con excepciones– la mediocridad técnica y los criterios oportunistas, basados más en el conflicto y la hostilidad que en la mediación, el respeto y el consenso. En el sistema económico, no supo construir un capitalismo de mercado, transparente y competitivo, en sustitución del legado de la dictadura militar de un “capitalismo de amigos”, con entornos poco transparentes, rentísticos y monopolísticos a favor de intereses sectoriales. Desde el punto de vista social, la institucionalidad ha dado más preeminencia al asistencialismo que al desarrollo individual de las personas por medio de la salud, la educación y la seguridad.

La experiencia de Chile debería ser observada con más respeto y menos prejuicios. Ciertamente que su proceso de desarrollo, en 1980, se inicia con una dictadura. Pero a partir de 1990, supo preservar lo positivo en materia de instituciones económicas y reconstruir sus instituciones políticas y sociales. Así es como Chile cuenta actualmente con un moderno sistema político, donde la derecha y la izquierda alternan en el poder sin animosidad, y las instituciones republicanas –como la división de poderes– operan sin avasallamientos ni grandes tensiones. A su vez, su economía es muy dinámica gracias a los principios de mercado pero aplicados con transparencia y mucha competencia; mientras que sus instituciones sociales apuestan a la salud y la educación más que al asistencialismo.

De los muchos testimonios que ejemplifican la falta de sentido estratégico uno de plena actualidad es el sistema de transporte aéreo. Mientras que en el mundo el turismo es reconocido como una de las actividades económicas más dinámicas, en la Argentina la caótica gestión de Aerolíneas Argentinas no parece ser causa suficiente para la autocrítica, que cuestione y rectifique los errores cometidos en la instancia en que, con mucha improvisación y permeabilidad a los intereses corporativos, se decidió su estatización