Cuarenta minutos. Ese fue el lapso que medió entre dos escenas ligadas al asesinato de Leandro Pablo Leal, ocurrido hace un mes en el barrio Bella Vista.
La primera fue cuando en la zona de Iriondo al 2500 apareció el cuerpo inerte del muchacho, de 19 años, mientras una moto quedaba tirada a 150 metros del lugar con sus lucen encendidas. La segunda fue cuando Eván Emanuel Fernández Zoloaga, de la misma edad, llegó a una comisaría céntrica a denunciar que le habían robado su moto en esa zona. Poco tardó la policía en determinar que los dos jóvenes estaban conectados en un mismo hecho.
El juez de Instrucción Javier Beltramone terminó de ordenar oficialmente, aunque de manera preliminar, lo ocurrido aquel día. Para el magistrado, Eván Zoloaga reaccionó de modo excesivo a un intento de robo abriendo fuego. Y de esa manera Leandro Leal terminó con cuatro tiros letales en el cuerpo. Por ese motivo lo procesó por homicidio en exceso en la legitima defensa y como se trata de un delito excarcelable ordenó su libertad mientras prosigue el trámite judicial.
Esto desencadenó un incidente perturbador e insólito en el propio despacho del magistrado ayer a mediodía. Cuando Beltramone hizo saber al padre del chico muerto que ordenaba la libertad del acusado, éste prometió que se vengaría: delante del juez y de otros dos testigos anunció que buscaría al chico procesado para matarlo. Eso llevó a que el juez, sin perder tiempo, requiriera a su colega de turno que iniciara una causa y ordene una vigilancia especial sobre ese hombre
La confesión. El juez Beltramone no equiparó la acción de Zoloaga a la de una persona que busca matar deliberadamente. Valoró que el chico confesó ser el autor material de los disparos, que les contó a los pesquisas dónde había arrojado el arma homicida y que al dejar la escena del crimen desconocía la trágica suerte de Leal, quien se había alejado corriendo del lugar.
Leandro Leal recibió cuatro balazos el 28 de septiembre pasado. Según la autopsia todos fueron por la espalda. Tres de ellos en la zona dorsal, a la altura de la cintura, y el restante en el hombro izquierdo. De la necropsia, realizada por la forense Alicia Cadierno, el juez hizo tres observaciones. La primera: «No hay heridas que tengan tatuaje o ahumamiento, es decir que no hubo una ejecución o disparos a quemarropa». La segunda: «Los disparos fueron realizados con una inclinación que admiten sostener que ambos involucrados se encontraban de pie». Por último: «Se señaló que dada la forma y tipo de heridas recibidas, la víctima pudo caminar muchos metros hasta caer finalmente».
La conclusión fue que Eván Zoloaga no pudo saber, al momento de huir del lugar, qué había pasado con Leal. No hay ninguna valoración en el fallo sobre las omisiones realizada por el ahora procesado cuando fue a reportar lo ocurrido a la seccional 3ª.
Es que al llegar a esa comisaría, a las 21.50 de ese día y 40 minutos más tarde de los balazos, realizó la denuncia del robo de su Yamaha Crypton azul sin contar el resto del asunto. Quedó incriminado en el asesinato cuando los agentes de la guardia escucharon el alerta radial por el homicidio de Leal, ocurrido a 150 metros del lugar donde Zoloaga decía haber sido asaltado.
Eván terminaría admitiendo que tras disparar escapó del lugar. Dijo que tiró el arma homicida en el jardín de una casa ubicada a dos cuadras de la escena del crimen y que, sin saber la suerte de Leal, se tomó un taxi con el que regresó al lugar donde sucedieron los hechos. Allí les encomendó a los vecinos que le cuidaran la moto. Mientras Zoloaga se dirigía hacia la comisaría 3ª, ubicada en el barrio donde reside, la víctima moría frente a la casa de Crespo 2695.
El crimen. El fallo del juez Beltramone apunta a despejar las intrigas que rodearon desde el inicio el crimen de Leal. A partir de los testimonios de amigos de la víctima se pudo reconstruir qué estaba haciendo minutos antes de ser asesinado. Unos de los testigos citados, Cristian, brindó su testimonio a La Capital el día posterior al crimen: «Yo estaba con mi novia en la placita que está frente a la escuela 93», en pasaje Parker al 2400.
«Leandro estaba con una mujer grande, de más de 40 años. Nos saludamos y ella me preguntó si yo sabía cómo se le cargaba saldo al celular. Yo le dije que no y se fueron», relató. «A los pocos minutos escuchamos los tiros. Me vine para el barrio y me dijeron que lo habían matado. «¿Cómo lo van a matar si yo acabo de estar con él en la plaza?»», dijo el muchacho. «La mujer estaba rara, como borracha o drogada», agregó la novia del muchacho en sede judicial. Esa mujer no pudo ser localizada, aunque por diversos testimonios se concluyó que estuvo en la escena de los disparos.
Por su parte, Zoloaga relató que esa noche iba a comer un asado a la casa de un amigo en la zona sudoeste de la ciudad. Que se le averió la rueda trasera de su moto en Godoy y Cafferata. Que caminó hacia el sur buscando una gomería y que al llegar al pasaje Cuenca e Iriondo —al 2500— un muchacho, que iba acompañado por una mujer, lo asaltó empuñando una pistola.
Contó que ese joven primero le robó el celular y el dinero. Y que luego quiso la moto. Adujo que en un descuido pudo arrebatarle el arma que portaba y «sin pensar efectuó varios disparos», como resalta el fallo, mientras la víctima corría.
Posteriormente, él corrió hacia el otro lado y a dos cuadras del lugar arrojó el arma. Luego contó que un vecino le paró un taxi y así pasó por el lugar donde había disparado para interiorizarse sobre la suerte de su moto. De ahí viajó a la comisaría 3ª. Dijo que no conocía a Leal y que fue a la seccional de su barrio porque estaba asustado. También relató que la mujer que estaba con Leal no hizo nada.
La resolución destaca que tras admitir ante la policía que había efectuado los disparos contra Leal, Zoloaga dijo en qué lugar había tirado el arma y los efectivos de la seccional 13ª hallaron la pistola Bersa calibre 22 en el jardín de una casa de Viamonte al 3300. La pistola había sido robada en agosto de 2008. En el fallo también se destaca que Leal estaba siendo juzgado por una tentativa de robo a mano armada en el juzgado de Sentencia 7ª.
Fuente: La Capital