De Mendiguren: El estilo de Moreno no pasa precisamente por construir puentes”

El titular de la UIA disiente con los modos confrontativos del secretario de Comercio y que a la Argentina hace falta “serenarla”. También advierte que una devaluación por sí sola no resuelve los problemas del país y que el debate ya no pasa por enfriar o no la economía sino por “calentar la inversión”.

Por Manuel Torino

Como un malabarista, el rol de José Ignacio de Mendiguren hoy pasa por mantener sin que toquen el piso cada uno de los problemas que enfrenta el sector industrial en la Argentina: cuando por sus manos pasan los reclamos por la restricción de dólares, sabe que en el aire se encuentran las quejas por las trabas a las importaciones y de reojo mira cómo se acerca el conflicto por el freno de Brasil, las paritarias o la caída del nivel de actividad.

A la vez, el titular de la Unión Industrial Argentina (UIA) debe mantener el equilibrio entre los empresarios beneficiados por el modelo económico del Gobierno y aquellos que lo critican con dureza. Y entre los llamados del gobierno nacional y las exigencias del establishment. Conciliador, así atraviesa el “Vasco” su segundo mandato al frente de la entidad empresaria más poderosa del país.

En diálogo con El Cronista WE, el dirigente industrial dirá que una devaluación del peso “no resuelve los problemas” y que el debate no pasar por enfriar o no la economía sino por “calentar la inversión”. Además, reconoce que el sistema de control a las importaciones “arrancó con problemas” y si bien no comparte las formas de la expropiación de YPF, tampoco considera que se avecine una ola estatizadora sobre las empresas. Y desde su despacho en la UIA dispara: “El tren del desarrollo le está pasando de vuelta a la Argentina y yo no quiero estar peleándome en el andén”.

l ¿Cuál es el principal problema económico que tiene la Argentina, según la UIA?
– Lo principal es promover más inversión. Yo creo que hay una inversión que, si bien en términos objetivos ha crecido y llega a casi el 24% del producto, a este nivel de demanda necesita ser mayor. Necesitamos generar más inversión para que la demanda no genere una mayor o mayor nivel de importaciones.

l La Argentina no tiene acceso al mercado de capitales y hace pocos días el ranking de Inversión Extranjera Directa de la CEPAL ubicó al país en el sexto puesto en la región, al nivel de Perú. ¿Cómo se logra atraer más inversión?
– Hace un tiempo, cuando el debate pasaba por enfriar o no enfriar la economía, lo que yo decía era que lo que había que hacer era calentar la inversión. Esto que parece simple, es complejo: por un lado esto implica financiamiento a la inversión. Y en este punto las cifras son contundentes en la Argentina: todo lo que el sector financiero presta al sector privado está en torno al 13% del producto. En Chile esa cifra está en el 70% y en los países más desarrollados por arriba de 100%. Además un 87% de ese financiamiento proviene del consumo y no es difícil entender que si eso no se acompaña con un equivalente en la inversión, entonces hay un desequilibrio que trae problemas. Por otra parte, estamos atravesando una etapa en la que la capacidad instalada es alta y la rentabilidad clara ha bajado en los últimos períodos y ese proceso de autofinanciamiento, es decir a través del propio capital, está llegando a un agotamiento que requiere que sí o sí se resuelva este tema.

l ¿Cómo afecta en ese sentido la expropiación de YPF a la española Repsol?
– Primero, indudablemente causó impacto por las formas y por el abuso. Reconozco que muchas empresas supusieron que esto no era un tema puntual sino que podría ser el inicio de un proceso de estatizaciones de más empresas. Entonces esas formas trajeron en un primer momento bastante confusión. Ahora, a medida que fue transcurriendo el tiempo, desde acá se planteó que se tenían que cumplir las normativas y que todo país tiene el derecho constitucional a expropiar siempre que sea en función de las normas legales que esto implica. Nosotros como empresarios no pedimos ni la YPF del período de Repsol pero tampoco la de la década del ochenta, cuando era una empresa paquidérmica. Apostamos a que, a través de un management eficiente y profesional, YPF trascienda los gobiernos de turno y sea más una política de Estado que una política de gobierno. Y ponemos como ejemplo concreto a Petrobras, donde todos sabemos que han pasado todo tipo de gobiernos y el management se mantuvo. Históricamente, YPF fue la que asesoró y le dio su tecnología a Petrobras y mirá ahora la diferencia hoy. Creemos que ahora, con yacimientos que se anuncian, podrán llegar inversiones claves para explorar y explotar recursos no tradicionales como shale gas y shale oil. En ese sentido cabe agregar que esto implica una tecnología muy moderna y que los interventores quieren hacer partícipes de eso a los proveedores locales. Nosotros compartimos que se utilice esta capacidad de desarrollo de nuevos productos para generar una industria tecnológica de punta proveedora del sector petrolero y que a su vez luego pueda transformarse en proveedora internacional.

l Así las cosas, ¿cree que una devaluación más acelerada del peso podía ser hoy una solución viable?
– Nosotros no analizamos la política cambiaria separada del resto de las políticas. La Argentina ya ha tenido experiencias en ese sentido. Por supuesto que el tipo de cambio es una variable muy importante, pero no es la única. El desafío de la competitividad debe ser abarcado en forma sistémica por la Argentina. La competitividad no se pierde por una causa o por dos, si no por montones de situaciones, como la litigiosidad laboral, el marco de la puja distributiva, problemas de infraestructura y logística, asuntos tributarios, entre otras cosas. Esto atraviesa todos los ministerios y nunca se ha atacado en la Argentina en forma sistémica. Ahora ha empezado a funcionar la subsecretaría de Competitividad, lo cual nos parece importante porque en un solo lugar se está monitoreando todo. Históricamente cuando la competitividad se vió afectada, se apeló a las magias de la devaluación y del endeudamiento, para atacar los efectos de esto, pero no las causas. Y eso no resuelve los problemas.

l ¿Considera que las trabas a las importaciones ya están afectando el nivel de actividad en la industria?
– Ni bien empezó este tema, nosotros fuimos de las pocas entidades que pidió una prórroga y sobre todo demostró que con esta matriz productiva la Argentina tiene una dependencia importante de las importaciones para mantener el nivel de actividad. Y como creemos que la preocupación de mantener el nivel de actividad es común entre nosotros y el Gobierno, lo advertimos. Cada punto del producto industrial que sube, multiplica por tres y medio el nivel de importaciones. Es aspiración de todos ir manejando este tema, pero la matriz actual necesita de las importaciones. Por ejemplo, si tomamos la industria automotriz, que es una de las que más influye en los números de exportación, vemos que el 27% es de integración nacional. Esto es una realidad. Además, cuando se pone en marcha un proceso como éste, de forma tan rápida, es muy difícil no cometer errores. Sobre todo porque las importaciones nos son todas las mismas. Una cosa es un insumo que es un commodity, es decir que el proveedor lo tiene en stock, y otra muy distinta es cuando el insumo es especialmente preparado para ese cliente. Porque el proveedor externo lo que pide es un plan, una garantía. Y si no ni entra a producción ese bien. Y bueno, se arrancó con problemas.

l ¿Pero usted entiende que este sistema es sustentable en el tiempo?
– Creo que la idea que primó en esto era arrancar y después ir resolviendo los problemas de los insumos a través del desarrollo de la producción local, pero está claro que lleva tiempo. Y también está claro, y por eso nuestra preocupación, que si un producto está listo en un 99% y le falta solo un insumo, el producto no se puede entregar y se para la línea de producción. Es un proceso de sintonía fina. Pero es indiscutible que todos los países, cuando hay una crisis de este nivel, lo que hacen es proteger sus mercados. Lo que trata cada uno de los países que tiene la crisis es pasársela al otro.

l En ese sentido, Argentina lidera el listado de los países más proteccionistas del mundo, según la organización Global Trade Alert…
– No sé, no sé. Porque la verdad, yo vengo de Brasil y desde que empezó el Mercosur hay discusiones por este tema. Y yo sé las cosas que ha hecho Brasil. Cuando la balanza comercial estaba al revés, apelaba a todo en las fronteras. También lo vivimos con los Estados Unidos… El tema son las formas: nadie que aplica el proteccionismo, lo dice. Nosotros es más lo que dijimos que lo que aplicamos.

l ¿Cuán preocupados están los industriales por el freno de Brasil?
– Brasil tiene dos problemas. El tipo de cambio y el nivel de actividad. A nosotros al deslizamiento cambiario no nos marca tendencia necesariamente. Brasil ya demostró, por ejemplo en la crisis de 2009, que fue capaz de llevar el real a 2,50 para cortar la especulación y las corridas, y después volver a 1,60. Lo estamos observando, pero eso tiene más que ver con una definición de política interna de Brasil. Lo que sí nos preocupa más es el nivel de actividad de Brasil. Se le están afectando mercados como el europeo y el norteamericano, y cuando esto se produce, lo que tiene a tiro del camión es la Argentina. Es muy difícil que un sector productivo argentino le pueda causar daño a Brasil. Pero cualquier sector brasileño puede afectar a la Argentina. La crisis internacional podría afectar a Brasil y eso sí nos preocupa.

l ¿Cómo define hoy el vínculo de la UIA con el Gobierno?
– Como el que debe ser. Yo creo que la gente hoy le pide a los empresarios un rol que no tenemos. La que debe garantizar la alternancia política a través de propuestas superadoras es la política. Yo, desde la entidad empresaria, tengo la necesidad y la obligación de tener la mejor relación posible con el gobierno que eligió la gente. ¿Quién va a ser mi interlocutor si no? ¿Dilma Rouseff? ¿Pepe Mujica? Nosotros podemos proponer, pero la responsabilidad política de la conducción es de ellos. En ese sentido, apelo a la racionalidad y trato de ayudar, colaborar y no confrontar.

l ¿Y con el establishment?
– Está dividido. Dentro de la UIA hay quien está muy de acuerdo con el rumbo político del Gobierno y gente que está en contra y que le gustaría que hubiera otro gobierno. Todo esto está acá adentro y es mi responsabilidad hacer esa síntesis. Yo voy a ser un buscador incansable de consenso y voy a buscar todos los mecanismos que existan para administrar los disensos legítimos. Lo que me niego es a entrar en el juego de amigo-enemigo o blanco-negro, porque tengo claro que cuando entramos en eso desaparece el debate de ideas. Hoy si uno no critica al Gobierno, es oficialista. Y si uno no critica a los grupos concentrados y a las corporaciones, es destituyente. Yo, con lo difícil que es en la Argentina, voy a tender puentes. Ser pontífice, tender puentes.

l ¿Y Moreno y Kicillof son buenos pontífices?
– Cuesta. Cuesta. Con Kicillof no tuve relación todavía, aunque sí con sus equipos. Y Moreno sabemos que tiene un estilo que precisamente no pasa por construir puentes. Es un estilo que yo no comparto. Creo que a nadie le gusta sinceramente que le digan qué puede importar y qué no y que si no está de acuerdo que le deje la llave a la secretaria. Yo creo que eso no hace falta, creo que a la Argentina hay que serenarla. El tren del desarrollo le está pasando de vuelta a la Argentina y yo no quiero estar peleándome en el andén.

l Cuando la Presidenta asumió su segundo mandato, usted dijo que esperaba que “baje el nivel de confrontación» y que «aumenten las inversiones». Seis meses después, ¿qué balance hace?
– El nivel de confrontación ha bajado en algunos temas, pero creo que hay que bajarlo más. Igualmente cuando uno está en un proceso transformador, hay que confrontar. Porque ante cualquier cambio hay una resistencia. Pero yo no creo que sea posible un proyecto nacional sin la unidad de todos los sectores. La discrepancia es lógica, pero esto de amigo-enemigo, no sirve, no aporta. En cuanto a la inversión, uno monitorea los balances de las empresas permanentemente y ve que han crecido, que se han desendeudado, pero que, sin embargo, la inversión es baja. Yo no creo que esta gente no invierta porque sea perversa. Hay que ponerse en sus zapatos y ver qué les está pasando. z we

Fuente: www.cronista.com