El Gobierno «rompió el silencio» en un diario afín

Tras el mediático pedido de Jorge Lanata y 100 periodistas de tener acceso a la información y tener la posibilidad de preguntar, Oscar González, secretario de Relaciones Parlamentarias de la Jefatura de Gabinete publicó una columna de opinión en Tiempo Argentino en defensa a la actitud oficialista frente a las conferencias de prensa.

#Queremospreguntar, así inició su programa el domingo pasado Jorge Lanata junto a un centenar de periodistas de distintos medios quienes así, reclamaban al gobierno de Cristina Fernández de Kirchner el derecho a que se respete la información pública.

Ayer el tema fue el más comentado en todos los medios de comunicación del país e incluso en diarios del extranjero. El Gobierno estuvo
obligado a «romper el silencio» y hablar al menos a través de un funcionario que escribió una columna de opinión en el diario Tiempo Argentina, afín al gobierno k, titulara «No quieren preguntar, quieren gobernar».

González es periodista y en la columna argumentó que el pedido de realizar esto en el programa de Lanata fue hecho por «gerentes de multimedos opositores escoltados por varios de sus subordinados». En su escrito también resalta palabras como «gritos afónicos», «corporación mediática», «garabatear páginas penosas de la historia de una profesión que otrora contribuyó al prestigio intelectual».

El funcionario kirchnerista además arriesga en escribir que la libertad de expresión «jamás ha sido tan amplia e irrestricta como ahora».

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«No quieren preguntar, quieren gobernar
Tras su breve y olvidable paso por las tablas, Jorge Lanata retomó su afición por el vodevil con un sketch, más bien patético, en el que los gerentes de los multimedios opositores, escoltados por varios de sus subordinados, increpan con grititos afónicos a la presidenta para que los atienda en conferencia de prensa y se someta al arbitrio de la corporación mediática, como si ello derivara de un mandato constitucional.

De este modo, un sector del periodismo sigue garabateando páginas penosas en la historia de una profesión que otrora contribuyó al prestigio intelectual y cultural de la Argentina. No se trata, como algunos pretenden, de resguardar la libertad de expresión, que jamás ha sido tan amplia e irrestricta como ahora. Los balbuceadores del Que-re-mos- pre-gun-tar añoran la colonización que ejercían los medios hegemónicos sobre la agenda pública para condicionar, así, a los sucesivos gobiernos y generar, de paso, gigantescos negocios.

Lo que está en curso no es, como algunos relatan, la epopeya de una prensa perseguida por un poder despótico, sino la resistencia de un gobierno democrático al apriete de los medios autoritarios.

Desairados por la decisión de una presidenta que no les pide permiso para gobernar, los personeros multimediáticos invocan la ausencia de ruedas de prensa para hostigar al gobierno. Algunos, fatuos, se imaginan fiscales de la República; otros, más pragmáticos, se conforman con preservar la pauta publicitaria de sus programas.

Unos y otros desechan principios elementales de la buena práctica periodística, de la ética e incluso de la estética. Esa abdicación era ya penosa; con la puesta en escena del domingo, han irrumpido de lleno en el grotesco».
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